Pesticidas y párkinson: una conexión fuera de toda duda
Últimamente la enfermedad de Parkinson está experimentando un crecimiento acelerado. Entre 1990 y 2015, la cantidad de pacientes que sufren este trastorno neurodegenerativo se duplicó, superando los 6 millones. Y se estima que este número volverá a multiplicarse por dos en 2040, cuando previsiblemente haya más de 12 millones de personas afectadas.
La pérdida gradual de neuronas en el cerebro está vinculada al mal plegamiento y agrupación de la proteína alfa-sinucleína. Estos agregados tóxicos promueven el daño de las neuronas dopaminérgicas, que están especializadas en la producción del neurotransmisor dopamina y se ubican en la sustancia negra del cerebro. La pérdida de esas células es la responsable de los síntomas del párkinson.
En cuanto a las causas, aproximadamente el 15 % los pacientes tienen antecedentes familiares. Estos casos pueden ser causados por variantes hereditarias (también llamadas mutaciones) en los genes LRRK2, PARK7, PINK1, PRKN o SNCA y por alteraciones genéticas que no han sido identificadas todavía.
Sin embargo, la mayoría de los casos se atribuyen a desencadenantes ambientales, factores de riesgo prevenibles que desempeñan un papel crucial en las probabilidades de sufrir párkinson. Entre los más destacados se encuentran los golpes repetidos en la cabeza, asociados con actividades como el fútbol americano, y la exposición a herbicidas y pesticidas. A continuación nos centraremos en estos últimos.
Una de las pruebas incriminatorias es que los agricultores son más susceptibles de padecer la dolencia en comparación con la población en general. De todos modos,........
© The Conversation
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