El sexo de los esqueletos prehistóricos
Conocer el sexo de los esqueletos es un aspecto fundamental en los análisis arqueológicos, antropológicos y forenses. Sus resultados nos permiten caracterizar a un individuo y completar la pirámide de población de una comunidad. Además, nos amplía información sobre las sociedades humanas pasadas, su estratificación social, roles de género, formas de vida y prácticas funerarias.
Cuando analizamos un esqueleto, podemos conocer el sexo del fallecido hasta con un 95 % de fiabilidad a partir de indicadores del cráneo y la pelvis, que son las zonas donde mejor se expresan las diferencias entre hombres y mujeres. Estas estimaciones solo son fiables en individuos adultos, una vez que ha finalizado el desarrollo esquelético, a partir de la pubertad.
El panorama se complica cuando estos huesos no se conservan o aparecen muy fracturados, como ocurre a menudo con los que provienen de yacimientos arqueológicos.
El desafío es aun mayor cuando las poblaciones pertenecen a la prehistoria reciente, con grandes tumbas colectivas que acogían cadáveres durante largos periodos de tiempo, a veces hasta un milenio.
En dichas sepulturas, no se suelen identificar individuos completos articulados, sino que los huesos son continuamente removidos y desplazados. Por tanto, lo que el arqueólogo se encuentra es una acumulación de huesos sueltos desordenados y generalmente fracturados por el paso del tiempo y por el trasiego de vivos y muertos en las tumbas.
Los huesos largos son un excelente alternativa cuando los cráneos y las pelvis no se conservan o están muy degradados,........
© The Conversation
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