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Sueño ser Vinotinto, por Rafael A. Sanabria M.

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04.07.2024

Correo: [email protected]

Las calles del barrio Caramacate le ven bajar cada día a la escuela pateando una lata de refresco, y con cada patada Inocencio acuña el sueño de vestir la vinotinto. Durante la mañana, Inocencio, de traje escolar y sonrisa amplia escribe poco, esperando ansioso que suene el timbre del recreo. Sale entonces a la cancha que es su única merienda, con sus compañeros conforma un equipo de nombre Vinotinto. Es el líder de la cancha, el alma del balompié. En la escuela todos le llaman Inocencio Vinotinto. Nuevamente suena el timbre y el rostro le cambia. Inocencio abandona su pasión por un rato, ahora le tocan lenguaje y sociales, cosas de poco interés para él.

El llamado de atención de la maestra lo induce a trabajar, a atender porque teme que le puedan suspender el recreo. Aunque cuando puede, mientras la maestra se sienta a revisar los cuadernos se va al final del aula y sigilosamente saca su lata de refresco y práctica sus pasos preferidos, sus amigos le observan discretamente el juego de pies y los diversos pasos que ejecuta. A la hora de salida, sus ojos brillan, pues anhela las travesías de su barrio, su perfecto campo de fútbol.

Al llegar al barrio lo primero para él es la cancha, un viejo terreno sin medidas ni demarcaciones, sin arquería. Aun cuando no tiene balón es feliz con su lata de refresco. En el barrio se escucha de un valle a otro, vinotinto, vinotinto, vinotinto, juego para ti. Ese era el día a día de Inocencio.

Es un niño solidario en el barrio, hacedor de cualquier oficio, respetuoso y amigable. Su gran sueño es una verdadera cancha para su........

© Tal Cual


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