X: @kinzbruner

Las tres premisas que nombramos a continuación algunas quizás sean ciertas, otras no. Le dejaremos la sorpresa al lector curioso para que termine el texto y así entender el mensaje implícito. No se quede sin el placer de un final inesperado.

Premisa número uno: en Bolonia comen espaguetis con salsa boloñesa. Nada más falso. Un turista venezolano, amigo nuestro de toda la vida decidió ir a Bolonia a consultar unos papeles muy importantes sobre semiótica, que había dejado el profesor Umberto Eco. Como todo lo de él, eran enciclopédicos y ni modo que se los mandaran. Al salir de la universidad le dio hambre. Se acordó de la pasta deliciosa con salsa boloñesa que hacía su mamá en Caracas y, habiendo divisado un restaurante que lucía bien con sus mesitas decoradas con flores, se dirigió hacia allá.

Y sentado e irrigado con un agua helada San Pellegrino le dijo al mesero: Per favore (así decía su vademécum) pasta con salsa boloñesa – . El mesero lo miró con ojos redondos como «circunferencias trazadas con compás y no dijo nada esperando una explicación cualquiera. Nuestro amigo se congeló, ¿no estaba en Bolonia? Mientras tanto el mesero recuperado del asombro le preguntó: ¿No quiere tallarines con ragú? Es nuestra especialidad». Nuestro amigo se agarró cómo náufrago de esa palabra extraña preguntándose si sería turca o rumana por la predominancia de la «u» y dijo – sí, sí, claro que sí». Realmente, como supo después, la palabra viene del francés «ragouter» y es un recuerdo gastronómico que los romanos se trajeron de las Galias. Escribir De bello gallico no fue lo único que hizo Julio César en Francia. El ragú estaba buenísimo.

Premisa número dos: Los caballos son animales inteligentísimos y saben resolver problemas matemáticos muy complicados, plenos de senos, cosenos y la cuadratura del círculo. Hubo, a comienzos del siglo veinte un caballo que aparentemente cumplía con esa descripción. Como era propiedad de un alemán lo llamaron Hans der Kluge, que los ingleses enseguida nombraron Clever Hans, porque a los Kraut (repollo en alemán) no se le podía dejar ganar una. Su entrenador viajó con él por el mundo entero, que en aquella época comprendía mayormente países europeos.

Al caballo su entrenador, Wilhelm von Osten, le hacía una pregunta en la presencia de un público variado y el caballo con el casco de la pata derecha daba pequeños toques a una superficie de metal. Al llegar al resultado correcto, el caballo detenía sus golpes. Todo iba viento en popa hasta que un psicólogo, alemán también, llamado Oskar Pfungst encabezó una comisión que determinó que el caballo daba la respuesta correcta solamente cuando su entrenador también la sabía. Resulta que era tal la conexión que el caballo tenía con su dueño que lo observaba todo el tiempo, veía como se emocionaba a medida que se acercaba al resultado y casi se detenía cuando sus gestos y la respiración entrecortada le anunciaban que estaba cerca de adivinar. Se paraba entonces y se deleitaba junto con su dueño con los aplausos del público.

El profesor nunca aceptó las opiniones de la comisión y siguió ejecutando giras con Hans de forma exitosa hasta su muerte en el 1909. Lo más interesante de todo este asunto es que en psicología se pasó a hablar del efecto Clever Hans que trata de cómo un ser, animal o humano, puede ser influenciado por aquello que piensa se espera de él.

Premisa número tres: se refiere al fascismo que se quiere erradicar mediante una polémica ley porque, descubrieron, el fascismo es el enemigo. Para eso nada mejor que comprarse el libro de Umberto Eco «Cómo detectar un fascista». En Inglés How to spot a fascist”, libro que fue muy comentado en Estados Unidos en su momento. Comprende tres ensayos y múltiples características de esta ideología que son de gran ayuda cuando uno anda con lupa buscando fascistas. Entre otras, ellas presentan: un líder dictatorial, autocracia centralizada, militarismo, supresión de la oposición, subordinación de los intereses individuales, gobierno ultra nacionalista …

¡Ouch! ¿Y no sería ése casi un auto suicidio?

*Lea también: La novia del chimpancé, por Aglaya Kinzbruner

Aglaya Kinzbruner es narradora y cronista venezolana.

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Tres premisas, por Aglaya Kinzbruner

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16.04.2024

X: @kinzbruner

Las tres premisas que nombramos a continuación algunas quizás sean ciertas, otras no. Le dejaremos la sorpresa al lector curioso para que termine el texto y así entender el mensaje implícito. No se quede sin el placer de un final inesperado.

Premisa número uno: en Bolonia comen espaguetis con salsa boloñesa. Nada más falso. Un turista venezolano, amigo nuestro de toda la vida decidió ir a Bolonia a consultar unos papeles muy importantes sobre semiótica, que había dejado el profesor Umberto Eco. Como todo lo de él, eran enciclopédicos y ni modo que se los mandaran. Al salir de la universidad le dio hambre. Se acordó de la pasta deliciosa con salsa boloñesa que hacía su mamá en Caracas y, habiendo divisado un restaurante que lucía bien con sus mesitas decoradas con flores, se dirigió hacia allá.

Y sentado e irrigado con un agua helada San Pellegrino le dijo al mesero: Per favore (así decía su vademécum) pasta con salsa boloñesa – . El mesero lo miró con ojos redondos como «circunferencias trazadas con compás y no dijo nada esperando una explicación........

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