Las fantasías de un solo Estado y los deseos de los palestinos
La visión de la izquierda sobre el futuro de Palestina suele expresarse en términos vagos como “solución de un solo Estado”, o “igualdad de derechos para todos”, pero pocos abordan las complejas preguntas que plantean estos términos, especialmente: ¿cómo pueden convivir los palestinos con quienes han cometido un genocidio en Gaza?
Hace algunas semanas, cuando volvía con una amiga del mercado de la ciudad antigua de Belén, mi amiga se giró bruscamente hacia mí y me dijo que no podía imaginar una solución de un único Estado, porque eso significaría la transformación de nuestra hermosa ciudad tal y como la conocemos y la alteración de muchas de las cosas que amamos de ella.
Su comentario y la discusión subsiguiente, que fue aumentando de volumen mientras seguíamos bajando por la calle de la Estrella, siguieron dándome vueltas en la cabeza durante el regreso a casa y las semanas siguientes. Son muchas las preguntas que surgen de los debates sobre soluciones políticas y descolonización y, desde que publiqué algunas reflexiones sobre la descolonización hace dos años, esas preguntas prácticas siguen ahí, urgiendo cada vez más darles respuesta, o al menos poder expresarlas y compartirlas.
Como señaló sagazmente mi amiga, las consignas habituales que representan lo que aparentemente es la visión internacional de la izquierda sobre el futuro de Palestina pueden resumirse en unas pocas frases imprecisas: “solución de un solo Estado”, “un solo Estado democrático”, “igualdad de derechos para todos” y similares. Los analistas y estudiosos también mantienen un debate sobre este concepto: tratados académicos sobre la necesidad de un enfoque bidireccional, el énfasis de Omar Barghouti (1) en la “igualdad”, por encima de la separación, y las omnipresentes lamentaciones sobre la muerte de la solución de los dos Estados.
Aun así, no faltan espacios de organización liberal en Occidente en los que se lanzan estos llamamientos difusos e imprecisos a favor de una solución de un solo Estado sin abordar las difíciles cuestiones que ello conlleva. Por ejemplo, ¿quiénes conforman el “todos” en “igualdad de derechos para todos”? ¿Qué significa ser “iguales” cuando un grupo de personas ha construido su conjunto de derechos y privilegios despojando a otros de los suyos?
Además, ¿tendrán los colonos recién llegados del Reino Unido, Alemania, Brasil o Estados Unidos los mismos derechos que los palestinos que regresen tras languidecer en los campos de refugiados del Líbano durante casi ochenta años? ¿Tienen los israelíes derechos colectivos? ¿Y los palestinos? ¿Quién controlará el ejército? ¿Cuál sería el modelo económico del Estado? ¿Deberán los israelíes devolver la riqueza, las tierras y los recursos saqueados durante cien años y, en caso afirmativo, a quién? ¿Cómo será el proceso de desmantelamiento de su condición de colonos?
Para aquellos de nosotros que entendemos el antisionismo como una forma necesaria de descolonización, la cuestión de los colonos recientes —ciudadanos con doble nacionalidad que llegaron de Estados Unidos, Australia y Europa— no es ambigua. Los movimientos descolonizadores históricos en Argelia, Zimbabue, Kenia y otros lugares reconocieron que el desmantelamiento de las estructuras coloniales requería el retorno de los colonos a sus metrópolis de origen. No se trataba de un acto punitivo, sino necesario, ya que facilitaba la ruptura de la infraestructura material e ideológica del colonialismo, establecía precedentes legales para la soberanía indígena y creaba las condiciones políticas para una auténtica autodeterminación. Permitir que los colonos permanezcan sin oposición preserva las mismas asimetrías de poder que la descolonización busca desmantelar.
Esto nos lleva a la pregunta central........





















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