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Epílogo

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06.05.2024

Nota: Lo que sigue es, como su título indica, el Epílogo del libro Pensar y practicar el marxismo, publicado en 2014 por Boltxe Liburuak. El Epílogo corresponde a la próxima edición en lengua galega que está preparando la editorial Tempo Galiza. El Epílogo lleva la fecha del 6 de abril de 2024 y esta Nota está escrita el 5 de mayo del mismo año. En el mes transcurrido de entonces a ahora no se han producidos cambios cualitativos en el panorama mundial, sino agravamientos cuantitativos de las agresiones imperialistas a todos los niveles. Podemos decir que se está acelerando la dialéctica de unidad y lucha de contrarios y con ella la ferocidad imperialista, con lo que a la vez y por ello mismo aumentan las fuerzas burguesas que impulsan conflictos locales y regionales que pueden desencadenar una gran guerra en un futuro. A la vez se multiplican los recortes de libertades, las represiones y brutalidades según se aprecia en el genocidio palestino que está realizando el sionazismo, también en el fanatismo ucronazi contra Rusia en Ucrania y de la OTAN hacia el Este europeo, además de las represiones que se están endureciendo en el llamado Occidente. Por todas partes, tanto la reacción como la “democracia” entablan una carrera para ver quién restringe y aniquila más derechos. Salvando las distancias espacio-temporales, tanto en la UE como en EEUU y sus peones sumisos, la militarización actual supera ya con creces a la que impuso la burguesía antes de 1914 y de 1940. Hay que concluir, por tanto, que la irracionalidad capitalista confirma y valida una vez más la praxis marxista, comunista.

El libro que acabas de leer fue publicado en 2014, hace una década. El libro se preparó y publicó dentro de un plan de formación teórica y política integrando diversos textos, algunos de los cuales se remontan a 2002, unidos por ese mismo fin que se detalla en la Introducción. Si nos fijamos bien, en estos cuadros elaborados hace casi un cuarto de siglo, están ausentes o en el mejor de los casos justo enunciadas las corrientes marxistas del mal llamado «tercer mundo» en el especial las que surgieron en Nuestramérica, algunas de las cuales tuvieron mucho peso en la evolución del marxismo vasco; también están ausentes las corrientes asiáticas, la maoísta y sus variantes, decisivas a escala planetaria en estos momentos, y faltan las africanas y árabes que ahora mismo son, junto con los marxismos no occidentales, las que abren expectativas muy esperanzadoras para la emancipación humana.

Esta limitación responde a que cuando se elaboraron los cuadros se tenía consciencia muy realista de que se acercaba la ilegalización de Herri Batasuna, intentando así cerrar el cepo represivo que en 1998, por poner un ejemplo, ilegalizó EGIN y EGIN Irratia. En efecto, en 2003 se ilegalizó HB, se cerró el único diario euskaldun monolingüe, Euskaldunon Egunkaria, etc. En la medida de lo posible y a todo correr se elaboraron varios textos para que fueran utilizados en condiciones de semiclandestinidad o clandestinidad, y se pensó que los cuadros debían explicar lo más inmediato para la praxis independentista de clase, socialista, de la militancia en las condiciones que iban a imponernos.

Pero doce años después, la edición que ahora tienes se enfrentaba a otra situación, la que se expone básicamente en el libro. En 2014 había que fortalecer la formación teórica de la militancia que con muchas dificultades empezaba a autoorganizarse lentamente fuera del soberanismo socialdemócrata, aún impactada y desmoralizada por la demagogia reformista que justo en esos años había sido aceptada por el orden español tras obedecer los feroces Principios Mitchell elaborados por la contrainsurgencia imperialista. Se eligieron, por tanto, textos breves y pedagógicos para que, utilizándolos como armas intelectuales polivalentes, fueran leídos y debatidos en colectivo. Se buscaba la (re)creación de la militancia revolucionaria precisamente cuando más fuerte aparecía el reformismo, cuando sectores militantes se desmoralizaban y cuando, como en 2011, parecía que el mundo estaba a punto de desintegrarse bajo la estrategia imperialista del caos provocado y controlado por el Pentágono, pero incontrolable por la humanidad explotada, como se intentó explicar en el debate con Askapena.

De 2014 a ahora es innegable la recuperación de diversas izquierdas revolucionarias en Euskal Herria, a la par de cambios profundos en el imperialismo pero también aunque a otra escala en el modo de producción capitalista. Pensamos que los cuadros de 2002, el texto de 2011 y la muy breve exposición de la filosofía marxista que se ofrece al inicio, así como otros muchos textos que ha ido publicando Boltxe, han sido positivos para dicha recuperación y para generar reflexiones creativas sobre el marxismo que necesitamos para este siglo XXI.

1.-

No fue por capricho el que empezáramos el libro por la filosofía dialéctica y acabáramos por la matriz teórica que es el marxismo. Los grandes saltos y avances en la praxis revolucionaria se han sustentado en una relectura de la dialéctica a la luz de las nuevas necesidades y siempre desde dentro mismo de las contradicciones tal cual bullen en ese momento. A la vez han confirmado de nuevo y tras una década que el marxismo es la matriz teórica que explica la creciente variedad, las formas múltiples en las que se presentan las contradicciones que, en su automovimiento, intensifican y amplían los conflictos sociales. Vayamos por partes.

En 2002, cuando redactamos uno de los cuadros que aparecen en el libro, hablábamos de la séxtuple característica de la ofensiva que el imperialismo estaba desarrollando a nivel mundial. Recordemos que incluso la Federación Rusa había pedido la entrada en la OTAN y que había puesto sus bases aéreas a disposición de EEUU para aplastar a Afganistán. Aquella Rusia quería ser reconocida como subimperialista aunque en solo un lustro Moscú empezó un giro en redondo que, sumado a otros cambios, abrió la caja de los problemas para el imperialismo. Mientras tanto, las seis medidas citadas en el libro se aplicaban allí donde era posible, recurriendo a la peor represión si era necesario.

El imperialismo creyó haber empezado a destruir Rusia definitivamente con la implosión de la URSS que, según decía la prensa, era la primera ficha del dominó socialista en caer, tirando a las demás. Todo indicaba que había empezado «el siglo americano». Las guerras que le siguieron en esa década de 1991-2000, parecían que le daban la razón, pero algo fallaba pese a la amenaza explícita del bombardeo yanqui de la embajada de China Popular en Belgrado en 1999. ¿Qué podría estar ocurriendo en los sótanos del Pentágono para lanzar esa directa agresión? ¿Qué angustias volvían a la Casa Blanca para que “alguien” organizara los “atentados” de Septiembre de 2001 sin que ninguna de las decenas de servicios de inteligencia yanqui se enterara?

A la vista de los acontecimientos posteriores, y viendo que de inmediato Washington activó feroces planes bélicos y represivos diseñados con antelación, esas dos provocaciones descaradas, la de Belgrado y la de las Torres Gemelas separadas solo por dos años y medio, más otras menores, respondían a que el imperialismo era consciente de que estaba fracasando el plan de balcanizar y trocear Rusia, de que no se habían logrado los gigantescos beneficios que ello supondría, que China Popular y otros países socialistas no se arredraban ni menos aún se arrodillaban, que por ello la economía real capitalista no se recuperaba todo lo que necesitaba incluso con los ataques sociales del monetarismo, neoliberalismo, «consenso de Washington», guerras y dictaduras, que la lucha de clases dentro del santuario imperialista tendía recuperarse…

Por tanto había que endurecer aún más la guerra contra la humanidad, como el plan de «Gran Oriente Medio» diseñado por EEUU en 2003/2004 para dominar desde Marruecos hasta Asia Central, ocupando Argelia, el Sahara, Libia, Siria, atar en corto a Egipto, etc., y amenazando directamente a China, Rusia e Irán, e indirectamente a India. Este plan fue inmediatamente seguido por la provocación de las llamadas «revoluciones naranja» que desde ese 2004 se extendieron por muchos países del Este, incluida Rusia. Occidente veía cómo la Rusia de Putin depuraba la corrupción interna deteniendo y juzgando oligarcas y colaboradores pro-yanquis; veía cómo los comunistas se recuperan electoralmente y cómo Rusia estrechaba los lazos con China Popular y Asia; cómo reestructuraba su industria y reducía mucho las desigualdades sociales. La conclusión era clara: había que apretar la soga en el cuello ruso.

Para agravar la situación, desde finales de la década de 1980 el Partido Comunista Chino estudiaba minuciosamente los errores que debilitaban a la URSS y le harían implosionar, sin minusvalorar el efecto de las agresiones militares del imperialismo. La dirección china buceó en el pasado de la revolución bolchevique, en el decisivo debate socioeconómico y político iniciado en 1921 con el nombre de Nueva Política Económica, extrayendo lecciones para la China de comienzos del siglo XXI, y en especial confirmando las leyes atroces del militarismo imperialista que China sufría desde antes, desde el militarismo colonialista de mitades del siglo XIX. Sin comprender esta base, no se entenderá nada de las decisiones estratégicas tomadas en la década de 2010, como veremos.

Y en medio de esa recién iniciada «guerra para salvar Occidente» como alguien la denominó, y en medio de las medidas contrarias para salvar a la humanidad, estalló la tercera Gran Depresión de 2007. El desastre económico repentino mostró cuan débil era la base del capitalismo occidental, que ya venía tocada por la crisis financiera de 2001 y otras desde mediados de los ’90. Las dos depresiones anteriores fueron en 1873-1890 y 1929-1945, que por diversas vías pero respondiendo a la agudización de las contradicciones y leyes esenciales del capitalismo, desembocaron ambas en atroces guerras mundiales que, sin embargo, no lograron la «paz perpetua» kantiana sino que sentaron las bases para nuevos salvajismos. ¿Por qué fracasaron de nuevo las utopías pacifistas? Pues porque el socialismo avanzaba por el mundo con muchos problemas y derrotas, pero su sola existencia incluso como ese célebre fantasma comunista, aterraba a la burguesía que hacía y hace lo imposible por exorcizarlo a cualquier precio.

Hay que saber que, dicho sucintamente, las crisis estallan porque la sobreproducción no encuentra salida, no se vende en cantidad necesaria para que aumenten o se mantengan los beneficios empresariales de modo que desciende la tasa de ganancia; esto hace que la patronal recorte salarios y su Estado reduzca el gasto social y público, lo que a su vez obliga al pueblo trabajador a comprar menos porque debe pagar mucho más por la salud, el transporte, la vivienda, el agua, la luz, la educación, etc. Al tener menos salario, se reduce el consumo y con él se reduce aún más la venta y con ella la ganancia burguesa: una espiral de la que históricamente la burguesía sólo sale cerrando fábricas, aumentando el paro y la sobreexplotación, y si todo ello falla o no es suficiente, las burguesías imponen dictaduras y declaran guerras de saqueo y rapiña para destruir países competidores, arruinarlos y quedarse con sus recursos.

2.-

Pero la tercera Gran Depresión de 2007 tiene formas nuevas, desconocidas en las dos anteriores, que le dan una gravedad cualitativamente más letal, tanta letalidad que puede desembocar en el exterminio de la especie humana. Si, como hemos dicho, las dos anteriores provocaron dos guerras mundiales a cada cual más devastadora, esta tercera tiene además de un potencial destructivo inimaginable en 1945 a pesar de la bomba atómica de entonces. Letalidad imposible de imaginar hace ochenta años porque además del poder nuclear existen las armas bacteriológicas, la guerra electromagnética, etc.; además otras sub-crisis que ya formaban parte de las contradicciones capitalistas desde hace décadas se han agudizado e interrelacionado de tal forma que sólo son ya resolubles con la revolución socialista: recursos energéticos y alimentarios; calentamiento global y posibles cambios en las corrientes oceánicas; salud mundial y nuevas pandemias, etc. Cada una de las subcrisis puede ser transitoriamente contenida en aislado, pero nunca revertida del todo y menos aún una vez que ya interactúan sinérgicamente como crisis genético-estructural del capitalismo que surge, entre otras razones, como parte sustantiva del antagonismo entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales de propiedad burguesa. Todo lo que vamos a exponer a continuación viene de este antagonismo.

Ante la gravedad inaudita de esta crisis las burguesías occidentales implementaron diversas medidas que no podemos detallar aquí pero que tenían, al menos, cuatro líneas comunes. Una era obviamente recortar los gastos sociales, aumentar la sobreexplotación de las clases trabajadoras, además de medidas monetarias y fiscales, etc. Dos, impulsar la recuperación de los neofascismos, de las derechas extremas que ocultaban su nazismo, o simplemente del nazismo a secas, del racismo, la islamofobia y posteriormente la rusofobia desde poco antes de 2022. Esta reactivación programada manipulaba descarada o sutilmente los egoísmos individualistas, las angustias, miedos, y necesidad irracional de obedecer a líderes autoritarios que protejan al pueblo alienado e indefenso transformándolo en verdugo de sí mismo, en carne de cañón dispuesta a asesinar a quien sea en defensa del capital y del imperialismo. La efectividad de este programa dio un salto desde 2016 con Trump al plantearse la creación de una internacional fascista.

Tres, a la que volveremos luego, reactivar los «derechos humanos» burgueses para ofrecer otra mercancía ideológica más, haciendo competencia ideológica-mercantil con el fascismo en el tan políticamente rentable mercado de la alienación de masas. Cuatro, endurecer la estrategia yanqui del caos controlado por el Pentágono y Walt Street, es decir,........

© Rebelión


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