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El crepúsculo de la «humanidad» en la era de la guerra global

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08.10.2024

La categoría de «humanidad», desde su irrupción significativa en el pensamiento filosófico occidental, implicó una referencia universal que excede propiamente el concepto de «especie» -como unidad biológica dada entre los seres humanos- y de «comunidad» -como unidad instituida entre miembros de un colectivo específico-. Aunque con matices diferenciados, «humanidad» no refiere a ninguna comunidad particular ni, mucho menos, al conjunto de especímenes que conforman la especie humana. Aunque la propia unidad biológica de la especie humana ha sido puesta en cuestión por el racismo científico del siglo XIX, de forma similar al cuestionamiento a toda idea de comunidad por parte del individualismo político moderno, lo que podría estar en crisis en el presente es algo de mayor alcance: la propia idea de «humanidad» como conjunto indivisible de seres humanos dotados de dignidad.

La idea abstracta de que los seres humanos formamos parte de una totalidad orgánica, esto es, una colectividad que no está dada por naturaleza sino que ha de ser construida en términos históricos no tiene ella misma más que unos pocos siglos. Es precisamente esta «humanidad» como categoría general la que hoy mismo podría estar sufriendo una erosión inédita, de la mano de la proliferación de particularismos político-culturales que se presentan como mutuamente excluyentes, comenzando por la ofensiva neoliberal que no reconoce más que «individuos» en tanto sujetos naturalmente egoístas.

En efecto, puede que ningún otro movimiento filosófico haya impulsado con más vigor esta idea de «humanidad» que el humanismo renacentista, al suponer un reconocimiento de la dignidad humana a priori, claramente contrapuesta a la condición originariamente «pecaminosa» de los miembros particulares de la comunidad cristiana y a la condición inerradicablemente «infiel» de los miembros de otras comunidades religiosas. En rigor, el propio reconocimiento de cualquier parecido de familia entre sujetos religiosos diferenciados ha sido reiteradamente negado por las religiones instituidas, en cuanto podría significar sin más la admisión tácita de la propia relatividad de las creencias de esos sujetos o comunidades. En este sentido, la línea de demarcación entre la presunta “fe verdadera” y el resto de los credos, reducidos a falsas creencias, necesariamente implicó en términos históricos el debilitamiento de la humanitas en común para exaltar el papel de la comunitas (religiosa).

En suma, en el contexto cultural del Renacimiento, que de forma incipiente comenzaba a limitar el alcance del dogmatismo religioso ejercido durante la Edad Media, la idea de «humanidad» cobró fuerza como forma filosófica de contraponer a una comunidad religiosa particular un ideal cosmopolita que incluyera a otros seres humanos e incluso a otras comunidades en una misma categoría común. No por azar el Discurso sobre la dignidad del hombre, publicado originalmente en 1486 por Pico della Mirandola, constituyó uno de los hitos más relevantes en la fragua de la idea de «humanidad» como sujeto. Al respecto, resulta manifiesto que el concepto en cuestión fue ganando impulso con los procesos de secularización de las sociedades occidentales modernas, incluso si esas mismas sociedades, históricamente, han infligido un trato indigno y degradante a otras comunidades. Dicho de otra manera: si por una parte el humanismo filosófico moderno no ha impedido el genocidio de pueblos enteros ni detenido la dinámica del expolio colonialista, por otra parte, contribuyó de forma decisiva a fortalecer el ideal de igualdad humana que se fue fraguando, de forma contradictoria y vacilante, en el período de varios siglos.

Más todavía: aunque el propio desarrollo histórico del capitalismo ha negado ese ideal igualitario de forma sistemática, desde la primera declaración de los derechos humanos en 1789 como declaración de derechos universales, ha consolidado el imaginario secular de una «humanidad» común, con independencia al género, la raza, la etnia, la clase social, la orientación e identidad sexual e incluso la opinión política (1). El flagrante incumplimiento de los derechos humanos por parte de las propias potencias occidentales que se arrogaron la función de custodiarlos, e incluso el absoluto desprecio que han mostrado históricamente esas potencias frente al derecho de los demás, no es razón para dejar de reconocer en esa declaración de carácter universal un horizonte normativo en el que cada ser humano es constituido como sujeto de múltiples derechos, en tanto integrante de la........

© Rebelión


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