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Contaminación electoral

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19.04.2024

A medida que avanzan las campañas electorales aumenta el desorden de los anuncios que inundan nuestras calles, parques y plazas públicas. Nuestras ciudades se han transformado nuevamente en un espectáculo estridente de propaganda electoral. A dondequiera que mires, las calles están llenas de innumerables exhibiciones, cada una compitiendo por la atención de los posibles votantes.

Cada ciclo electoral, los partidos políticos y las candidaturas inundan nuestras ciudades con esas exhibiciones masivas. Sus caras, sus lemas, sus logos, se asoman en cada poste, puente, árbol. Encimados, rotos, chuecos, de cabeza. Nuestras ciudades están tapizadas por una cacofonía de colores y lemas, cada uno más estridente que el anterior. La contaminación visual está omnipresente, asaltando nuestros sentidos en cada calle, en cada esquina.

Estos carteles y pancartas reflejan un problema más profundo que aqueja nuestro paisaje político: las prácticas electorales ineficaces y una cultura política que valora la imagen sobre la sustancia. Las candidaturas se centran en eslóganes pegadizos y promesas vagas en lugar de propuestas políticas concretas y debates significativos. Esto contribuye a una ciudadanía cada vez más desilusionada y desconectada del proceso democrático. Es importante que cuestionemos, entonces, su pertinencia, utilidad y afectaciones a la esfera pública. ¿Cuál es el impacto real que estos anuncios tienen sobre el proceso electoral? En una era donde la información está al alcance de nuestra mano, ¿realmente estas estrategias anticuadas de campaña logran persuadir a las y los electores?

Durante décadas, los partidos políticos han confiado en los anuncios impresos y la pinta de bardas como herramientas fundamentales........

© Proceso


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