Pequeñas f(r)icciones: El ‘Chibolín’ que yo conocí
Cuando un personaje como Andrés Hurtado, peor conocido como ‘Chibolín’, se convierte en el epicentro de un megasismo político, judicial y social, es momento de poner las barbas —o lo que se tenga a la mano— en remojo. Sin embargo, antes de pontificar y empezar a señalar a los buenos, los malos y feos, me veo en la ingrata necesidad de vomitar una verdad que, dadas las circunstancias, podría considerarse casi inconfesable: yo conocí a ‘Chibolín’.
Hace alrededor de tres meses, una amiga —no te preocupes, no mencionaré tu nombre— me preguntó si quería convertirme en un escritor fantasma. Lo de escritor sí me interesaba, pero aquello de fantasma ya me entusiasmaba menos. En el acto, me describió cuál era la tarea: tenía que escribir un libro por encargo sin que aparezca mi nombre. Me explicó que, en esencia, se trataba de darle forma, es decir, poner en blanco y negro las memorias, recuerdos y experiencias de un conocido personaje. “Cuando sepas de quién te hablo, te vas a reír”, me dijo. En seguida, le pregunté de quién se trataba, pero movió la cabeza a los lados. “No”, me advirtió, “no te lo puedo decir. A no ser, claro, que aceptes el trabajo”. Con todo el cariño del mundo y, para qué negarlo, con cierta pose, le dije que lo sentía, pero que no era mi estilo aceptar un trabajo a ciegas. “¿Y desde cuándo tienes estilo?”, me dijo la muy condenada.
Para abreviar la historia, luego de un par de diálogos más, mi amiga enmudeció unos segundos y, de súbito, me lanzó la cifra mágica, es decir, la cantidad de dinero que iba a recibir si me embarcaba en dicha aventura. Nunca había dejado que el vil metal me........
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