Mudas
12/04/202411/04/2024 Olivia Colman en 'Pequeñas cartas indiscretas'.
Últimamente estoy más preocupada de lo que acostumbro -que ya es bastante- por las palabras y lo que hacemos con ellas. Lo estoy cada vez más conforme nos cercan con las amenazas de una guerra que vendrá, un nuevo escenario insólito en el que múltiples conflictos bélicos entrelazados de maneras apenas comprensibles por el ciudadano común desorganizarán y tal vez amenazarán nuestras existencias. En ese momento, imagino -en la medida en que es posible imaginar algo así- depondremos por completo la palabra. ¿Acaso vosotros no os preguntáis cómo serán nuestras vidas y nuestras relaciones cuando llegue -si es que llega- ese momento? ¿O preferís no pensar demasiado en ello y fingir que cuando nuestros dirigentes deciden incrementar el gasto en armamento y formular la guerra como hipótesis están desplegando una política cautelosa sin consecuencias reales?
Como supongo que no sois tan ingenuos, continúo con lo mío. Evitaremos, tal vez, cualquier intento o forma de comunicación, presumo que por impotencia o por miedo. Supongo que nos pedirán cada vez más contención, nos alertarán con que si hablamos podemos empeorar la situación y nos advertirán de que ya no hay entendimiento posible. En ese escenario distópico que prefiguro, la violencia se impondrá, preveo, como recurso único; última ratio de las interacciones con quienes de un modo creciente, conforme distintos derechos se vean limitados o suspendidos, se percibirán como enemigos. No habrá lugar para la comunicación, solo para, en el mejor de los casos, una supervivencia basada en una convivencia distante, en la desconfianza y en el miedo.
Cuando no podamos hablar, ¿qué haremos entonces con las palabras que no diremos? ¿Tragárnoslas o escupirlas fuera de nuestras mentes? Porque lo cierto es que en la medida en que continuemos pensando -y no dudo de que lo haremos- las palabras seguirán arracimándose en nuestras gargantas, buscando el hueco por el que salir a impactar a quien sea, donde sea, como sea. Ese es su destino último, al fin y al cabo: impactar.
Sobre el impacto de las palabras, podéis ver estos días Pequeñas cartas indiscretas, una película británica cuyo principal reclamo son las actrices Olivia Colman y Jessie Buckley. Se trata de una comedia menor con escasas pretensiones, construida sobre un guion sin demasiados vuelos y ejecutada con una corrección........
© Público
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