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Lo que vuelve

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wednesday

La enésima vuelta de los pantalones acampanados barriendo las calles nos recuerda que sólo hacen falta veintipocos, treinta años, para que los ciclos se repitan. También la normalización del fascismo, pero eso sería otro tema. Todo vuelve, porque como sociedad, tenemos una memoria cortísima y se nos olvidan las partes malas de las modas. Aunque bueno, arrastrar el dobladillo de los vaqueros por la inmundicia de las aceras puede ser algo relativamente inocuo, no tanto el restarles importancia a las manifestaciones del totalitarismo. También es cierto que colectivamente no somos precisamente de reacciones rápidas y que a menudo nos hace falta un tiempo de latencia y una cierta distancia de las situaciones para ver las cosas en perspectiva, desde fuera del bosque, y entenderlas en su conjunto. Tiempo, reflexión y pensamiento crítico, tres elementos tan escasos en nuestros días como el paladio.   

Si ya ha vuelto la moda de los 90 y estamos dejando las aceras como los chorros del oro, significa también que en el ciclo infinito de los revival ya estamos en las condiciones óptimas para mirar atrás con una visión más nítida y un ángulo lo suficientemente abierto. Abrimos la veda de resituar y resignificar esos años y eso sobre todo nos hace volver la mirada a València, que fue el epicentro de la contracultura y el punto de ignición de muchos de los fenómenos que más tarde nos marcarían como sociedad, extendiéndose como una mancha de aceite.

Pensaba todo esto a propósito de una novela que he leído estos días: ‘Carne’, del escritor y........

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