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El hombre invisible

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21.03.2024

21/03/202420/03/2024 Imagen dela película 'El hombre invisible' (James Whale, 1933).

Con apenas veintidós años, fascinado por los misterios de la luz y la densidad óptica, Griffin abandonó los estudios de medicina para consagrarse en cuerpo y alma a la física. Trabajó y trabajó en su laboratorio de Chesilstowe hasta que un día hizo un gran descubrimiento. Bastaba reducir el índice de refracción para que cualquier materia, sólida o líquida, fuera tan imperceptible como el aire. Hasta la sangre podía volverse incolora sin que perdiera sus propiedades. Griffin se asomó a la ventana para observar las estrellas y se dijo a sí mismo que había ido más allá de las fronteras de la magia. Había encontrado un yacimiento de poder y libertad. "¡Puedo ser invisible!".

Igual que el Frankenstein de Mary Shelley, El hombre invisible de H. G. Wells explora los límites de la ciencia y descubre las aristas morales del desarrollo tecnológico. Es el viejo mito de Prometeo. El ser humano, en su aspiración de asemejarse a Dios, corre el peligro de terminar devorado por sus propias creaciones. Ahora que la inteligencia artificial avanza a pasos agigantados, la novela de Shelley recupera su vigencia y nos lleva a preguntarnos si no estamos yendo demasiado lejos. La novela de Wells, sin embargo, se ha convertido en un reverso exacto de lo que la ciencia nos depara. Bajo el capitalismo de la vigilancia, se ha impuesto la visibilidad forzosa por la vía del decreto.

"Un hombre invisible es un hombre muy poderoso", dice Griffin. Si admitimos esta ecuación, habrá que reconocer también que en los últimos años hemos ido despojándonos de nuestros poderes. Hubo un tiempo de........

© Público


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