Caza mayor
24/07/202424/07/2024 El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tras intervenir en el Congreso para presentar el plan de calidad democrática. - EFE/ Zipi Aragon
Hay un viejo relato de Iván Turguénev que me fascina. Un día de julio, el protagonista de El prado de Bezhin sale a cazar urogallos por los andurriales de la región rusa de Tula hasta que el atardecer lo invita a tomar el camino de vuelta a casa. Todo parece irle bien. Ha cobrado varias piezas y lleva el zurrón tan cargado que le lastima los hombros. El problema es que la noche ha borrado ya los senderos. Extraviado en la espesura de la desesperación y la impaciencia, avanza a duras penas y descubre a unos muchachos que cuentan historias alrededor de una hoguera. La caza ha quedado ya eclipsada por la magia del fuego y el arte de narrar.
En 1851, cuando Turguénev publicaba El prado de Bezhin, Herman Melville llevaba las aventuras de Moby Dick a las imprentas. Al narrador lo llamamos Ismael, pero el verdadero protagonista de la novela es un cachalote blanco, un leviatán mortal y escurridizo al que nadie consigue dar caza. El capitán Ahab ha pasado a la historia de la literatura como un quijote marítimo que persigue a su enemigo hasta los más atormentados extremos de la demencia. La vida humana no vale nada cuando aparece una causa más poderosa que la humanidad misma. Eso es lo que representa el gran cetáceo: una utopía tan seductora como contraproducente.
En la pluma de Turguénev o en la de Melville, en los bosques del sur de Moscú o en las tempestades del Océano Pacífico, la caza expone un mismo matiz simbólico. Sin embargo, las diferencias aquí resultan abismales. El urogallo de Turguénev se presenta como un ave común e........
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