Milei no es fascista
27/05/202426/05/2024 El presidente argentino, Javier Milei, en el balcón de la Casa Rosada saludando a sus simpatizantes. EFE/ Enrique García Medina
Es muy tentador describir a Milei como fascista. Sus ideas extremas, su actitud histriónica y el culto que recibe recuerdan a los de líderes de hace un siglo. Por otro lado, comparar a la extrema derecha actual con la de entonces resulta reconfortante desde un punto de vista cognitivo. Ante fenómenos que nos asustan y no acabamos de comprender poner una etiqueta, asimilar lo nuevo a lo ya conocido, ofrece una cierta sensación de seguridad. De hecho, el Milei fascista no solo evoca imágenes negativas, sino también positivas que movilizan y dan esperanza: no pasarán, partisanos, el Día de la Victoria, Mussolini haciendo puénting en una gasolinera de Milán.
Mirar al pasado nos puede ayudar a entender el presente, con la condición de que no pensemos que el presente es una réplica del pasado. Y Milei no lo es. Eso no lo hace más amable ni menos perturbador. Simplemente conviene tener en cuenta que nos enfrentamos a un peligro nuevo para la democracia. Un peligro que bebe de tradiciones históricas al tiempo que añade componentes novedosos.
¿Por qué no es fascista Milei? Principalmente, porque no cree que el Estado deba velar por el bienestar de sus ciudadanos. Esto puede sonar un poco extraño, pero, al menos teóricamente, cuidar de la población es algo que decían hacer los regímenes fascistas. Unos regímenes que continuaban en buena medida dentro de la lógica biopolítica liberal del siglo XX. La biopolítica, frente a otras formas de poder, busca........
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