Reflexiones de un renacido
Once años atrás llegué a la Argentina, una fría y gris mañana de julio cuando el país amanecía apesadumbrado por la derrota ante Alemania en el Mundial de Brasil. Tanto sol había agarrado en mi vida tropical que me fascinó aquel frío, la nublazón, el lloviznar constante sobre avenidas retorcidas y encaracoladas o infinitas.
Apenas tenía unas cuantas referencias de la tierra a la que llegaba: Borges, Maradona, Cortázar, Piglia, el tango y el cine de Fabián Bielinsky, Marcelo Piñeyro, Juan José Campanela… Me encantaba el frío, no tanto ahora; el mate no me ha conquistado aún.
No era ducho en la materia; ni siquiera sabía que el fin del mundo estaba en una ciudad llamada Ushuaia, que los nombres de los marineros muertos de Mar del Plata quedaban inscritos sobre la piedra de la costanera, que debería tomar el mismo tren que antes tomara Pedro Henríquez Ureña para llegar a La Plata y que la gente te puede saludar con un: “Qué tal, flaco”, aunque estés un poco sobrepeso.
Sobre el tema del agua: nunca había reparado en el río de La Plata, no imaginé que en........





















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