Rincones exquisitos
Venían entre cocidos y recocidos, por el calor y el alcohol, en el tren de la vida. Ese que al fin y al cabo tiene una sola parada y por eso hay que disfrutar del viaje con frenesí verdadero. Como este mocerío mayormente gasteiztarra que regresaba de los Sanfermines en compañía de algún extraño de paisano con horas de sueño suficientes. Los vagones atestados de entusiasmo juvenil resultaban toda una alegoría de la alegría estival. Con sus fiestas mayores y menores, sus grandes placeres y minúsculos deleites.
Dicha veraniega a la que muchos de ustedes ya se han encomendado con fruición aun sin ir –todavía– a ninguna parte. Porque con empezar a olvidarnos algo del reloj y un mucho del teléfono móvil ya es bastante para empezar.
Pues se trata antes que nada........
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