El extraño caso del doctor Ábalos y Mister Koldo
Tras el esperado discurso del ciudadano Ábalos en el Congreso de los Diputados, nada puede ser igual. Entre la morbidez victimaria de un hombre abandonado a su suerte, el ultrasonido inaudible de una amenaza latente dirigida a la famiglia socialista y un alegato elaborado por tercero especializado en la gestión económica del sector público, Ábalos se retrató. A pesar de su exagerada propensión al torrentismo fisiológico, el doctor Ábalos no es un ingenuo ni un párvulo político en ciernes. Se equivocarían, pues, quienes lo minusvaloraran porque, bregado como buen hijo de torero, tiene muchas alforjas llenas de recuerdos. Y de favores, porque la política, a siniestra y a diestra, es el arte de traficar con la información. Es justo reconocer que el papel de agraviado plañidero no le encaja, ni siquiera en una comedia de enredo, por lo que haría bien en ajustar sus registros a lo que realmente es: un político profesional que ha vivido de esto toda su vida. Al fin y al cabo, como la inmensa mayoría de los diputados en la Carrera de San Jerónimo.
Respecto a la parte emocional del discurso, no seré yo el hermeneuta de las pasiones y de las tribulaciones del doctor Ábalos. Ignoro qué hay de verdad y qué hay de mentira en el sentimentalismo del solitario diputado. Como la política se ha convertido, se mire por donde se mire, en un tráfico lícito y hasta ilícito de fidelidades personales y de mediocridades asociadas para sobrevivir, las palabras de Ábalos deben interpretarse en ese obsceno contexto. Hay en esas frases una advertencia con sordina hacia los ingratos, entendida la ingratitud en el peor sentido de la política gregaria, y una intimidación a otra técnica del político profesional que es la de "tirar de la manta". Lo honesto es "tirar de la manta" cuando duermen todos juntos, porque "tirar de la manta" después es un ejercicio de venganza extemporánea. Por cierto, para los socialistas navarros que no andan prestos actualmente de formación ilustrada, la expresión "tirar de la manta" es de origen tudelano. La versión más extendida es que la locución empezó a usarse en Tudela en el siglo XVII, en el........
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