España, un mono y dos pistolas
Supongo que la mayoría de mortales tenemos un momento vital al que podemos recurrir para entender, epifanía, que no somos tan inteligentes como creíamos. Los más afortunados atesoramos pruebas de nuestra estupidez, directamente. Y así habitamos el mundo sabiendo que, durante las sucesivas ocasiones en las que hacemos el ridículo, por lo menos somos consecuentes.
Yo caí del guindo pronto, aunque me resistiese a reconocerlo. La sospecha se inició en aquellas tardes largas de mus y tuvo que consolidarse a base de medir mis aptitudes contra cada vez más variados oponentes. Terminé desarrollando un método infalible para calibrar la inteligencia de las personas fijándome en cómo encaraban las manos. Y hoy puedo decir, sin temor a equivocarme, que los cerebros más hábiles del mundo no serán jamás capaces de vislumbrar su máximo potencial si no han jugado nunca al mus. Es decir, si no conocen hasta qué extremos puede llevarse el arte de mentir.
Existen dos clases de jugadores de mus:........
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