Dulce tormenta de verano
La primera gota cayó como caen los avisos bomba y yo pensé inmediatamente en las palabras de mi hermano el día anterior, durante nuestra dura negociación: "Yo tendería la ropa dentro", había dicho. "Basta que lo hagamos fuera para que se ponga a llover barro". Lo de menos era que sus palabras tuviesen sentido; lo de más que siempre estén cargadas de razón. El impacto contra el cristal de la cocina fue tan repentino que ni siquiera me dio tiempo a arrepentirme de haber terminado haciendo lo que Dios me dio a entender, que es cualquier cosa menos la que me sugiera un tipo al que he educado yo. Justo después llegó mi reacción, rápida e instintiva como la de una abuela gallega, si las abuelas gallegas fueran madrileñas y torpes y no supiesen nada de lo que es llevar las riendas de un hogar. Volaron cosas. Voló el cuchillo que tenía en la mano, por ejemplo. Voló mi alma, todavía en vilo. Voló una cebolla........
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