Diplomatón
Le enumeraba a un amigo el otro día las razones por las que sé que moriría rápidamente en cualquier guerra. Son básicamente dos, más allá de esta cabeza mía con forma de diana: tiendo a tomar decisiones indecentemente estúpidas y, una vez me han estallado, mi capacidad de reacción es parecida a la de un Windows 98. La conversación surgió a raíz de la única pelea en la que me he metido en mi vida, sucedida hace tanto tiempo que en realidad podemos hablar de ella como si hubiese sido la semana pasada. Fue a la salida de una boda en El Escorial, ni los novios podrían decir cuándo. Sin saber muy bien de dónde —estoy en condición de asegurar, porque miré, que no del cielo— comenzaron a caer golpes como bombas sobre la ventana de mi acompañante y yo, que a esas alturas de la vida ya no era capaz ni de deletrear mi nombre, tuve que conformarme con observar cómo mi cuerpo........
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