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El cuento del gavilán y la pichona
Era habitual en las parejas cursis de otra época que uno llamara al otro pichoncito o pichoncita. El apelativo cariñoso solía acompañarlo él de un pellizco en la mejilla de ella. Y ella, de una caricia en el mentón de él. Y así los había que se pasaban el día diciéndose lo de pichoncita mía y pichoncito mío, hasta empalagar a todo el que estuviera cerca. Pero, lo cursi no es incompatible con el amor. Es cierto que a veces la cortina de almíbar tenía por fin ocultar las graves desavenencias que padecían algunas parejas. Pero, en la mayoría de las ocasiones, constituía una sincera muestra de cariño y afecto. De modo que Pedro Sánchez podría ser un cursi, como efectivamente........
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