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Sobre justicia, turbas, inmigrantes y redes sociales

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24.08.2024

El 22 de enero del año 2000 el agricultor José Ruiz vio como uno de sus temporeros golpeaba a un perro, y se lo recriminó a gritos. El temporero, un marroquí establecido legalmente en España, respondió golpeándole en la cabeza con una piedra repetidas veces, hasta que lo mató. Otro agricultor que pasaba por allí en su coche se detuvo para auxiliarle, pero Cherik Hadij, así se llamaba el trabajador, le degolló allí mismo. No habían pasado dos semanas cuando Encarnación López, una joven de 26 años, descubrió a otro marroquí intentando robarle el monedero en el mercadillo. Cuando se enfrentó a él, recibió una puñalada que acabó con su vida. Los tres asesinatos sucedieron en el mismo pueblo, El Ejido, y desataron una espiral de violencia que duró varios días y se saldó con decenas de heridos y destrucción de propiedades por doquier. Carnicerías islámicas, mezquitas, viviendas y coches de migrantes fueron arrasadas por la turba furiosa en busca de venganza.

La semana pasada un encapuchado apuñaló hasta la muerte a un chico de once años en un pueblo de Toledo. Desde el principio y para cualquiera con ciertas horas de vuelo en las páginas de sucesos, parecía el acto de un desequilibrado. No soy un experto, pero un atentado islamista generalmente no se comete en un pueblo de cinco mil habitantes contra un único niño aleatorio. Aunque todo puede ser. El eurodiputado Alvise Pérez publicó un tuit, ya borrado, culpando indirectamente a unos inmigrantes supuestamente alojados en un hotel de........

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