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La insoportable levedad del PP en Cataluña

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22.03.2024

Anda la inteligencia del PP nacional empeñada en lograr ser residual en Cataluña. De nuevo. El empeño es tan tenaz que provoca cierta ternura. ¿Quién les habrá dicho que sus votantes residen en el Círculo Ecuestre, o que la clase social a la que representan comparte mesa con los amnistiados del 3%? ¿En sus archivos electorales nadie les dijo nunca que en 1995 el PP de Vidal-Quadras ganó al PSC en Nou Barris, barrio obrero y castellanohablante de Barcelona, sacando el mejor resultado de la historia del PP en Cataluña? ¿O qué un año después dobló el resultado electoral en las Generales?

No se puede hacer una traslación espejo de la clase social del barrio de Salamanca de Madrid con la de los barrios pijos de la Bonanova y Pedralbes de Barcelona. Todos son mayoritariamente de derechas, pero los de Barcelona ya tienen dueño: pertenecen a la derecha nacionalista. Aunque el PP está empeñado en confundir su clase social con la clase social catalanista de derechas. Si los ejes de la clase social fueran la clave para localizar a su electorado habrían de disputársela a Junts, o sea, a la antigua CiU de Jordi Pujol. Pero si reparan un momento, éstos llevan cuatro décadas votando a la derecha nacionalista, no al PP. Como ellos llevan cuarenta años mendigando su apoyo para formar gobiernos en Madrid. ¿Y si prueban a buscar a su electorado? ¿O mejor, a cultivar su propio huerto?

Vayamos por partes. El catalanismo nacionalista de Jordi Pujol se pasó sus 23 años de gobierno forzando una ingeniería social segregacionista. Eso sí, exquisitamente camuflada. Había que conseguir el cuidado sin que se notase el efecto. De forma ladina y sin levantar polvareda, impuso "su" lengua, excluyó la del "colono", logró una policía propia, una red de medios públicos de comunicación, el cien por cien del sistema educativo, tramos cada vez mayores del IRPF y la leyenda de maltrato fiscal, de genocidio cultural y un constante agravio como víctimas que el Estado opresor debía saldar indefinidamente. En esa Cataluña pujolista la discrepancia era "facha" y la hegemonía moral, patrimonio de una nación oprimida. Tras esa telaraña sutil se fue vaciando Cataluña de Estado. Empezando por sus símbolos nacionales.

En esa atmósfera era imposible discrepar. Ningún gobierno español lo intentó siquiera. Pero agotado el catalanismo biológico del Gran Timonel, el primer Tripartito creyó que la construcción nacional necesitaba más determinación, y emprendieron una cruzada idéntica a la diseñada........

© Libertad Digital


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