¡No pasarán!
¿Cómo el presidente de un país democrático puede reducir la lucha electoral a ultraderechistas y progresistas sin pestañear? ¿Cómo hacerlo con la complicidad de su bancada sin que se les caiga la cara de vergüenza? ¿De qué naturaleza moral está hecho un tipo que miente por sistema, y proyecta sobre los demás toda su ruindad? ¿Hemos de colegir ante su descaro que su impostura es compartida por la mitad de los españoles? Si es así, ¿se ha de concluir que todo está permitido?
Me froté los ojos de incredulidad la semana pasada en la sesión de control al gobierno, cuando el Jefe de la oposición le preguntó por la investigación judicial a su mujer y por toda respuesta defecó en la cara de todos los españoles con la matraca de la fachosfera y la máquina del fango, todo ello adobado con Hazte oír, el de la motosierra, Manos limpias, Netanyahu y la ultraderecha. Palabras envilecidas, delincuentes de guante blanco, la manera más sucia y burda de inyectar odio emocional en los sufridos votantes para arrastrarles a la confrontación como medio para evitar rendir cuentas.
Eso la semana pasada, pero ya entrados en harina electoral, estoy a punto de sacármelos cuando oigo gritar a la candidata del PSOE a las elecciones europeas, Teresa Rivera: "¡No pasarán! ¡No pasarán, ¡No pasarán!", desenterrando el grito de Dolores Ibárruri Gómez llamando a la Guerra Civil. Y de fondo palanganeros en mítines convertidos en trincheras gritando: "¡Gracias Begoña¡", con Pedro induciendo en cartitas perfumadas a los electores: "O Yo o el juez". Nuevas sesiones de espiritismo de Pedro Sánchez ejerciendo de López Rega para convertir a Begoña Gómez en su Evita Perón. Solo que el espejo refleja cruel la imagen esperpéntica de Trump. Aunque no sé qué es peor.
Vivimos en una época ilustrada, pero demasiados responsables políticos e intelectuales se niegan a argumentar con razones y datos y los sustituyen por estímulos dogmáticos, normalmente infectados de valores negativos para deshacerse de sus adversarios. Se acabó la complejidad de la realidad, todo es blanco o negro, puro maniqueísmo, la pocilga donde el hedor y la mierda lo impregna todo. El peor crimen contra la libertad. Si la educación pública se diseñó para comprender la complejidad del mundo y adquirir criterio sobre la realidad, este maniqueísmo sanchista es el peor atentado contra ella.
No sé qué hizo de este proceder un arma intimidatoria, pero desde que se instaló entre nosotros parecemos seres infantiles con miedo a ser........
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