'El 47', el relato nacionalista
Salí del cine conmovido por la tragedia de una generación olvidada, pero con un sabor amargo incrustado en las tripas, lleno de rabia. Un malestar entre la nostalgia de una realidad vivida y la indignación. Como si te acabaran de atracar y te hubieras quedado bloqueado entre la emoción de seguir vivo y la humillación. Aún, después de horas, cuando me pongo a escribir de madrugada, no sé cómo gestionar este malestar. ¿Cómo puede provocar ira y admiración al mismo tiempo una obra maestra? Es tan evidente la excelencia de la dirección, del guion, la fotografía, la banda sonora o la extraordinaria interpretación del protagonista, como insoportable la manipulación de un hecho histórico para vender el relato del nacionalismo catalán al uso.
La película se sitúa en la Barcelona del tardofranquismo de los años 60 y la esperanza democrática de los 70, cuando el desarrollismo de la ciudad necesitaba mano de obra, pero sus infraestructuras carecían de capacidad para acogerla con dignidad. Sin reglas urbanistas y cientos de miles de trabajadores y familias a la intemperie, acamparon en la periferia de la ciudad con lo puesto. Primero improvisando chabolas construidas con sus propias manos y después casas rudimentarias en un entorno sin urbanizar, sin agua corriente, ni luz, ni transportes públicos, ni calles asfaltadas, escuelas o centros sanitarios. Bajaban a la ciudad a ganar salarios de miseria, y volvían al anochecer. Abandonados de la mano de Dios, su realidad era ignorada por las autoridades. El 47 es la historia de cómo el asentamiento de Torre Baró, uno de los barrios castellanohablantes más emblemáticos de Nou Barris por sus luchas sociales, secuestró un autobús municipal para que el transporte público llegara a........
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