De bulos y de bolos
En su día, José María Aznar (y Miguel Ángel Rodríguez) demostraron que se podía llegar a presidente de España teniendo en contra al grupo PRISA. Donald Trump acaba de dejar en ridículo a The New York Times, a Hollywood (quitando a Clint Eastwood) y a una parte importante de analistas y creadores de opinión en España. Algunos admiten honrada y noblemente que no vieron venir su victoria (caso de Carlos Herrera, un señor), otros siguen mareando la perdiz para justificar que, si ellos no se enteran de nada, la culpa la tiene la nada.
Todos nos podemos equivocar. Nos ha pasado a todos. Les pasa hasta a José Félix Tezanos y Narciso Michavila. El problema no es el error, si es humano y de buena fe. El problema es cuando el error te entra en el sueldo.
Leía el otro día servidora un escrito muy interesante, una especie de manual de instrucciones para sobrevivir en una cárcel, si nunca has estado en ella y te condenan por primera vez. El autor de las instrucciones era un preso veterano. De todas sus recomendaciones, me llamó especialmente la atención esta: "ten en cuenta que determinados beneficios penitenciarios, aunque por ley y en teoría te correspondan, en la práctica nunca los vas a obtener, porque están reservados a los confidentes". Es decir, a los presos que, a cambio de un trato de favor, "pasan" información a las autoridades. O hacen circular desinformación en su nombre. Estaríamos hablando de entre un 25 y un 30 por ciento del total de la población reclusa. Tres de cada diez presos serían unos chivatos remunerados.
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