El ejecutor Sánchez
Sánchez no avisa. Ejecuta. La última ejecución fue dictada el sábado en el Comité Federal del PSOE: "Vamos a gobernar con o sin apoyo del poder Legislativo". Eso es lo que lleva haciendo desde que llegó al poder. Esa alocución no es un aviso de Sánchez, sino la constatación de un hecho. Nadie mejor que Sánchez sabe que los parlamentos pueden ser cárceles de la libertad. Eso es exactamente en lo que Sánchez ha convertido el Congreso de los Diputados. Y, además, lo pregona a los cuatro vientos para fruición de sus seguidores. La escandalosa y progresiva reducción de los ámbitos políticos estatales, esos espacios en los que tradicionalmente se ejercitaban el vivere libero y el vivere civile, llevada a cabo por Sánchez en los seis últimos años es la gran tragedia de España. En ese contexto el asesinato del parlamento se presenta como algo común. No se trata de que Sánchez tenga secuestrada la institución, sino de algo peor, mucho peor, es usada como cárcel de la libertad, naturalmente, con la colaboración de una Oposición tan estulta como carente de agenda política. Uno está en Buenos Aires y el otro en Fuenlabrada. Majaderos.
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