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Umbral (cuento)

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20.12.2025

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La mesa: sucia de té y azúcar.

Las moscas no molestaban tanto como la música: una confusión espantosa de Radio Enciclopedia con las noticias de otro programa.

Puse sobre una silla el paquete de la librería de viejo.

Abrí la libreta de notas y revisé los apuntes que había logrado garabatear mientras me movía en la silla de ruedas por las calles del Vedado.

Una revista me había encargado un artículo acerca de las relaciones de Sade, la Historia y la muerte.

Sí, Sade se había puesto de moda.

Otra vez.

También Nietzsche.

El eterno retorno es al fin y al cabo una idea bastante hermosa.

Incluso en Cuba podía ser una idea bastante hermosa.

Tal vez por eso el estilo de ir tomando notas espasmódicas por las calles del Vedado mientras el-viento-de-los-bosques-te-azota-en-la-cara.

Pero el problema de la muerte se había esfumado.

Al menos por el momento.

Debió de haberse esfumado cuando Sartre vino a ver todo esto y ya de vuelta nos prodigó un fraternal y amplio movimiento de la mano a todos los allí congregados para su despedida (Simone a su lado sonriendo con un pañuelo blanco en la cabeza).

En ese mismo instante se esfumó el problema de la muerte.

Traté de descifrar mis garabatos:

cada maudit va al encuentro de su lazo de cuerda o de su Bastilla para escribir (ver “Cuerpos rotos” , relato de R, mi alumno predilecto) ahondar el fundamentalismo que hay escondido en Sade es decir

…el cuerpo como Origen: Tablas-Rotas-de-la-ley: destártalo

original.

¡La Historia como Máquina Sádica!

Posible perfil de Sade en la oscuridad de su celda.

Imaginar a Sade en su celda: gordo, garabateando obscenos graffiti, ya sin rostro en la noche profunda de la Bastilla.





Mi apoplejía derivada de una existencia disipada: orgías, borracheras, caídas estruendosas por las escaleras.

relaciones ocultas entre Eros y Absoluto





(Mi vecino quema con cigarros a su mujer y oigo a través de la pared los griticos de placer pero al final algo falla entre ellos (¿es que los cubanos estamos condenados a la falta de Absoluto?). Ver estudios de Fernando Ortiz sobre el cubano.)

La silla de enfrente rodó.

Un muchacho flaco y de ojeras negras.

Se había repelado a la moda.

Contempló mi libreta y yo el sello prendido en su camisa: algo así como el rostro de un San Sebastián agónico o de un gurú un poco despiadado (colores fuertes e imprecisos).

Adivinó mis pensamientos:

–No. Él no es un santo. Todo el mundo piensa que es un santo. Es mi padrastro. 

Puse cara de no entender.

Me explicó que él (su padrastro) estaba loco.

(Aquí mismo, hacía sólo dos o tres días, me había topado con una estudiante de la universidad que aseguraba estar escribiendo el testimonio de su locura. Enseguida pude comprender que no estaba loca y que su poesía era bastante mala, una suerte de diario coloquialista entreverado con exabruptos líricos.) 

Siguió explicando:

Él es el guardián de la Isla. 

–Ah. (Sí , de nuevo el viejo asunto: la Isla , siempre la Isla.) 

Traté de adivinar la burla en sus ojos de estanque sucio. (Ojillos de nueva generación: ingenuos, perversos, nulos.)

Dijo:

–Mañana él cumple un año de ingreso. Quiero comprarle una panetela de chocolate para la visita. 

Achiqué los ojos en busca de esa perspicacia proverbial en los escritores maduros.

Le pregunté:

–¿Y por qué él es el guardián de la Isla?” (Remedé su manera de subrayar las palabras.) 

–Eso tendría que preguntárselo usted. Por lo menos a mi no me lo ha dicho (se acercó a mí, olía a cebolla). Debe ser un secreto (jadeó, tenía el pecho abultado de los asmáticos). Además, no creo que sea tan importante saberlo, al menos de este lado. 

Terminé el cigarro.

En estos tiempos a cualquier cosa se le podía sacar partido, daba igual si era una conversación intrascendente, así que seguí con las preguntas:

–¿Es joven tu padre? 

–Sí, aunque ya no tanto. 

–¿Pero no dices que es el del dibujo? 

–Una cosa es el dibujo y otra la realidad. ¿No ha estudiado a Kant? 

–¿Quién hizo el dibujo? 

–Yo. 

–¿Pintas? 

–Más o menos. 

Anduvo en la mochila y sacó unos papeles, me los puso sobre la libreta: eran bocetos a lápiz de la cara del padrastro que se iban quebrando en líneas discontinuas hasta disolverse en trazos dolorosos.

–Son buenos. Milagro que no has estudiado........

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