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Del delirio refundacional a la nostalgia restaurativa: el nuevo ciclo de la política chilena

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En ninguno de los países latinoamericanos que conozco es tan notoria la brecha entre realidad y percepción como en Chile. Con un discurso resumido en que “el país se cae a pedazos”, José Antonio Kast obtuvo el 58% de los votos frente al 41% de Jeannette Jara en su tercer intento por llegar a La Moneda. La sensación de estancamiento se explica por el agotamiento del modelo de la Concertación de Partidos por la Democracia que gobernó entre 1990 y 2010 y dejó como saldo una reducción de la pobreza (del 50% en 1990 al 9% en 2018) y la narrativa de que Chile era el “tigre” de la región. Desde el final del primer gobierno de Michelle Bachelet (2006-2010) empezó un ciclo de alternancia que se ratificó y puede ser leído como el intento de las izquierdas y las derechas por encontrar una nueva fórmula del éxito. 

El hito más relevante de esta búsqueda colectiva fue el proceso que va desde el estallido social de 2019 hasta el cierre en 2023 de los fallidos intentos institucionales por elaborar una nueva constitución. Si el estallido reveló las grietas del modelo de modernización capitalista surgido en los años ochenta, el empeño constitucional mostró la incapacidad de ambos sectores por instalar un proyecto colectivo mayoritario. Con la elección del candidato que prometió volver al orden y al respeto de la ley pues “Chile no puede normalizar el fuego”, según dijo la noche de su victoria, se cierra el ciclo político iniciado el viernes 18 de octubre de 2019 en que ardieron veinte estaciones del Metro de Santiago. Si la primera fase se caracterizó por el delirio refundacional, el ciclo que se abre se define por la nostalgia restaurativa.

La implosión del “octubrismo” y el ascenso de la restauración

El estallido social ha sido el mayor acontecimiento telúrico de la política chilena tras el retorno a la democracia. Desde su erupción, las élites políticas, económicas y culturales intentaron capitalizar la sentencia de Friedrich Nietzsche de que “no hay hechos, solo interpretaciones”. Como en un partido de fútbol, en el primer tiempo las izquierdas arrollaron a su rival; luego de las multitudinarias marchas y la violencia colectiva y policial que conmocionó al país, la ciudadanía entregó un inobjetable apoyo del 80% para elegir una convención ciudadana y paritaria. La euforia no duró mucho ya que poco después de la puesta en escena de los nuevos padres y madres fundadores, el producto fue una miscelánea de propuestas maximalistas y memes que desacreditaron el delirio progresista. Entonces, un recién posesionado Gabriel Boric, líder de la izquierda posmoderna, calculó que la nueva Carta que había respaldado sería la hoja de ruta de su gobierno. Seis meses después, el rechazo........

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