A Le Pen dejo de lado
Para escándalo de mis amigos, preferí acudir al cierre de campaña de Le Pen que a la manifestación contra su candidatura. No conocía el mundo de Le Pen; el de la buena conciencia colectiva me lo sé a la perfección. ¿Qué puedo decirte? Había viñateros de Bordelais, pastores de Causses, leñadores de Landes, floristas de Grasse, pescadores de Bretaña. Todo ese mundo que convierte en un orgullo satisfecho la manera de tallar los zuecos o de hacer sonar la cornamusa. Perdóname, querido Ramón, pero me enfadan los regionalismos. La región que prefiero es más amplia, sin vanidades explosivas o susceptibilidades chillonas.
El catálogo entero de personajes que amaste en las novelas decimonónicas: grisetas púdicas, mimís pinzonas, coquetas midinettes, renteros vautoure con sus corazones de candado, arpagones sombríos, el clochard con el sahumerio de su hedor. Y esas "ranas de agua bendita", como le dicen aquí a tus devotas. ¿Cómo oponer a tal colorido a las izquierdas con sus uniformes de pelo homogéneo, sus banderas de dril?
Los reaccionarios marchaban con los blasones arcaicos de sus regiones o de sus convicciones. Chuanes ondeando sus emblemas del Sagrado Corazón, rojo sobre campo blanco. Despojos de la aristocracia rural, con sus banquitos plegables y el mayordomo portugués que los cubre con el parasol. Ricachones de Neuilly, bajados del Citroën obeso. Empresarios hartos de lidiar con sindicatos y políticos pillines. Muchos obreros (¡el 33% votó por el tipo!). Y mis preferidos: los veteranos de guerra, hepta, octo y........
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