Desperté
como llamado por la claridad de la noche,
o por el aire tibio que olía a madreselva.
La carretera bajaba en línea recta
hacia un valle extensísimo
bajo el imperio de la luna.
En el silencio, sólo se escuchaba
el susurro del coche a toda velocidad.
Pero el susurro me alarmó de pronto,
como el escándalo de un despertador.
Crispé las manos, aferradas al volante,
y abrí los ojos, contra el peso del sueño.
Estuve a punto de frenar bruscamente,
pero me limité a quitar el pie del acelerador.
Todo seguía impasible, como si nada hubiera pasado.
Me acordé del instante inverosímil
de estar en vilo por el aire,
como si despegara aquella nave espacial
que nos llevaba a un día de campo,
muchos años atrás. ¡Qué suavemente
se pasa a la voltereta!
Sentí el tam tam violento del corazón
y una especie de vértigo en los testículos.
Empecé a frenar suavemente, hasta detenerme
a la orilla de la carretera. Bajé del coche
para respirar, para recuperarme,........
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