La alegoría emocional del viaje de la vida
En cualquiera de los grandes periplos iniciáticos del imaginario que construye la literatura, aun por encima de la aventura misma y sobre la meta que este persiga, las emociones son el núcleo, el centro del viaje, la bisagra que une experiencia, emoción y consciencia. Si esto sucede en ese meta-mundo fabricado por la creación literaria es porque es un fiel espejo de la vida real. Nuestro viaje vital es un desafío, una corriente de experiencias, una concatenación de cambios, una carrera de recuerdos. Vivir es emocionarse, sentir, es percibir.
La trascendencia de las emociones es indudable en nuestra vida, en cualquiera de las etapas del ciclo vital y, por supuesto, durante la adultez. El ciclo de la vida implica un aprendizaje permanente con diferentes etapas que es necesario atravesar y en las que vamos adquiriendo madurez. En cada una de ellas afrontamos y equilibramos fuerzas contrarias que requieren una síntesis. En la edad adulta el desafío está en encontrar el equilibrio entre la propia integridad y el desaliento, entre la sabiduría y la incerteza, entre el valor de la experiencia en la predicción de los hechos y la incertidumbre asociada a las variables externas e impredecibles. La primera, la integridad, entendida como la fidelidad a aquellos principios universales que nos han........
© La Voz de Asturias
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