Oficio
Honestidad y solvencia. Esta es la impresión que causó el president Pere Aragonès en su discurso de hace unos días en el Cercle d’Economia. Pocos o ninguno le habíamos votado, pero después de escuchar el balance de su acción de gobierno, sincero y preciso, muchos tuvimos la sensación de que el castigo electoral que acababa de recibir había sido demasiado severo. Es verdad que en un foro con una agenda tan marcadamente económica como la del Cercle, el mandato que quedaba atrás no podía merecer un aprobado. Demasiados titubeos, por ejemplo, a la hora de apoyar el aumento de la capacidad del aeropuerto o de culminar las obras de la famosa B-40. Y, como pasa en el resto de Europa, sin recetas mágicas ante el colapso de unos servicios públicos desbordados por la llegada masiva de inmigrantes, tan cargados de esperanzas como de necesidades, creencias e ideas propias. Eso por no hablar de una gestión de la sequía marcada por las contradicciones, el ideologismo y la improvisación.
Pero tan objetivos como esos reproches, lo habían sido sus logros en temas trascendentales como la política de........
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