Barcelona se pone fea
Hicimos de anfitriones a dos italianos y los llevamos a cenar por el centro. Jueves, nueve y media de la noche. Éramos seis y no tuvimos ningún problema para encontrar sitio sin reserva. Él, bailarín romano, vive en Berlín porque en Roma, dijo, los presupuestos culturales se destinan casi en su totalidad al patrimonio, de modo que los artistas no tienen muchas opciones. Ella, poeta y compositora turinesa, está en Granada haciendo un postdoc.
Comentaron que no entendían el casco antiguo de Barcelona: cómo puede haber una cafetería histórica frente a tres tiendas de souvenirs con carteles estridentes, entre impersonales escaparates color pastel donde todo está escrito en inglés, grafitis pintarrajeados en persianas y paredes, pisos ochenteros irrumpiendo en la arquitectura gótica, y zanjas de obras y andamios por todas partes. Lo decían más asombrados que críticos,........
© La Vanguardia
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