Derecho al recuerdo
César González-Ruano solía escribir dos o tres columnas diarias, siempre con pluma estilográfica, siempre en bares o cafeterías. Escogía el tema entre los titulares del día y despachaba cada columna en poco más de veinte minutos. Con una productividad como la suya, no puede sorprender que colaborara en todos los periódicos importantes de la época, incluido La Vanguardia, del que fue una de las firmas estrella durante las dos décadas en las que el director, impuesto por las autoridades franquistas, era Luis de Galinsoga.
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Por esos mismos años publicaba Ruano en El Alcázar unos textos autobiográficos. En uno de ellos hizo una descripción sangrante del escritor Ricardo León, un “hombrín insignificante” de andares ridículos, con una voz temblona “que salía como de detrás de su canija persona”. Cuando, algún tiempo después, reunió esos textos en Mi medio siglo se confiesa a medias, todas las expresiones ofensivas o irrespetuosas hacia Ricardo León habían desaparecido.
¿A qué se debía esa supresión? ¿Tal vez a........
© La Vanguardia
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