Es evidente que los resultados del informe PISA son malos, sin excusas. Así de claro respondió el presidente de la Generalitat ante los resultados publicados esta semana por la OCDE, que evalúa los sistemas educativos de los países. Se agradece la claridad, porque reconocer que las cosas no funcionan como deberían es el primer paso para buscar soluciones. No basta con decir que el tema es muy complejo y que hay muchas causas que explican el resultado. La afirmación es cierta, pero hay que tener valentía y asertividad para identificar dónde deben ponerse el foco y los esfuerzos.

Del mismo modo que todos llevamos un entrenador de fútbol dentro y sabemos, sobre todo después del partido, cuál era la mejor alineación, algo parecido ocurre con la educación, sobre la que aparecen expertos con soluciones infalibles. Y también solemos echar mano de algunos mantras que parecen dar respuesta a todos los problemas, pero no siempre los lugares comunes sirven para entender lo que pasa.

Casi siempre, los cambios van a remolque de la realidad. Lo que recogemos hoy es la foto de lo sembrado en los últimos años y los cambios estructurales requieren su tiempo, pero hay que acertar en el diagnóstico. Sorprende y frustra que cuando se invierte más que nunca en educación (6.800 millones de euros en Catalunya, dos mil más que hace una década) y cuando hay más docentes que nunca en el sistema, los resultados no mejoran sino que van a peor. Por ello, igual como ocurre en otros países, llegados a un determinado punto, las mejoras en el sistema no se explican solamente por los millones de euros gastados, ya que hay muchos factores, algunos exógenos a la escuela, que explican los resultados.

En el sistema educativo impactan muchos elementos. Por supuesto, las políticas educativas y los recursos destinados o el sistema de becas, pero también el grado de compromiso de las familias, de los alumnos y de los docentes, las condiciones socioeconómicas del entorno, los modelos de dirección de los centros educativos y, naturalmente, la manera en cómo se abordan los retos globales como la digitalización y la omnipresencia de las pantallas y las redes sociales. Cada actor debe hacer su papel y por ello sería injusto, y poco útil, que los malos resultados del informe PISA se despachen achacándolo todo a que hay que poner más dinero en el sistema y ya está­.

Una de las pocas cosas que generan consenso en el análisis de la situación, y así lo avalan los datos, es que hay una relación directa entre los resultados y el rendimiento escolar de los alumnos y las condiciones socioeconómicas y culturales de las familias. Puede ser incómodo reconocer esta realidad de forma abierta, sobre todo en tiempos en que lo políticamente correcto marca las opiniones y los discursos, pero es un hecho que la realidad de nuestra sociedad, de nuestros pueblos, barrios y ciudades tiene un reflejo, como si de un espejo se tratara, en lo que pasa en la escuela. La escuela no es una burbuja donde se parte de una hoja en blanco en que está todo por hacer y todo es posible; la escuela va a remolque de la realidad y tiene la noble función de mejorarla, pero no hace milagros.

Que haya un problema estructural de falta de vivienda que concentra las rentas bajas en determinadas áreas, que haya un 20% de familias en el umbral de la pobreza, que el poder adquisitivo de las familias sea cada día menor por unos sueldos demasiadas veces de miseria, o que se pueda vivir mejor cobrando una merecidísima pensión que trabajando diez horas al día conduce, inevitablemente, a reducir las oportunidades de los alumnos de esos entornos.

Catalunya ha llegado a los ocho millones de habitantes este otoño. En quince años hemos sumado un millón, la mitad los últimos cinco años. Es imposible, con un análisis honesto y objetivo, no llegar a la conclusión de que esta realidad –que tiene cosas muy positivas en otros ámbitos– impacta de forma directa en los resultados educativos. De la misma manera que impacta en otros servicios públicos como es el caso de la sanidad.

Explicar esto no es rehuir responsabilidades porque es parte de la respuesta a la pregunta de qué nos pasa. Es cierto que, des de la mala fe y la intencionalidad, puede abonar discursos clasistas y xenófobos, pero caer en la ingenuidad de no incorporar este elemento en el análisis sería temerario si, de verdad, se quiere dar la vuelta a la situación. Y eso es tarea de todos, sin excepciones y sin excusas.

QOSHE - ¿Todo se arregla con más dinero? - Carles Mundó
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¿Todo se arregla con más dinero?

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08.12.2023

Es evidente que los resultados del informe PISA son malos, sin excusas. Así de claro respondió el presidente de la Generalitat ante los resultados publicados esta semana por la OCDE, que evalúa los sistemas educativos de los países. Se agradece la claridad, porque reconocer que las cosas no funcionan como deberían es el primer paso para buscar soluciones. No basta con decir que el tema es muy complejo y que hay muchas causas que explican el resultado. La afirmación es cierta, pero hay que tener valentía y asertividad para identificar dónde deben ponerse el foco y los esfuerzos.

Del mismo modo que todos llevamos un entrenador de fútbol dentro y sabemos, sobre todo después del partido, cuál era la mejor alineación, algo parecido ocurre con la educación, sobre la que aparecen expertos con soluciones infalibles. Y también solemos echar mano de algunos mantras que parecen dar respuesta a todos los problemas, pero no siempre los lugares comunes sirven para entender lo que pasa.

Casi siempre, los cambios van a remolque de la realidad. Lo que recogemos hoy es la foto de lo sembrado en los últimos años........

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