Una ruta obvia para el centro
En 1919, al final de la primera guerra mundial, W.B. Yeats, escribió un poema sobre el apocalipsis.
El poema habla de un mundo arrasado, de una “tierra baldía”, como la describiría otro gran poeta, en el que las cosas se despedazan, en el que la anarquía se ha desatado. “El halcón –dice Yeats– no puede oír al halconero”.
El poeta ve un desierto y ve las dunas del desierto. Ve la arena y ve un león con la cabeza de un hombre.
Ni a nuestro presidente, ese gran adicto a las noticias del apocalipsis, se le ocurrirían mejores imágenes para evocar un orden destruido.
Yeats dice que en ese sitio devastado “los mejores se van quedando sin convicciones, mientras que los peores están llenos de intensidad apasionada”.
Ahí, dice, “el centro no puede aguantar”.
Yo me imagino que cualquier persona que ha llegado a escribir columnas después de haber leído esto, que ha llegado al más efímero y desagradecido de todos los géneros (el de decir una opinión que poco importa y que poco dura) después de haber fracasado como escritor de cosas más perdurables, tiene que usar alguna vez esta frase de Yeats, a la que sólo se tiene derecho una vez en la vida.
Y debo usarla, despojándola de sus resonancias poéticas y de su grandeza retórica, para reciclarla como cliché. Y lo peor, lo más injusto y ofensivo, es usarla no para hablar de leones fantásticos, de halcones desatados o del mesías, sino para hablar de políticos colombianos.
Ningún desierto para mí. Ninguna marea roja. Ningún apocalipsis. Decidí gastar mi Yeats para hablar de una campaña política y para hacer una propuesta obvia.
Hace algunos meses, escribí que el centro colombiano existe, al menos pragmáticamente, y que tiene ciertos deberes.
Sugerí que su principal deber es organizar una coalición para ganar las elecciones de 2026.
En 2026, no estará en juego un apocalipsis, pero sí la continuidad de un gobierno impopular, corrupto y mediocre o el reencauche de una derecha cuyo alcance aún no imaginamos.
Y la izquierda y la derecha ya empezaron a organizarse.
La derecha empezó a hacerlo de una forma rara: quemando –o dejando quemarse– a un candidato que no tiene cómo ganar y que de........
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