La disciplina es más que obedecer(se)
Cuando estábamos en el colegio, la palabra “disciplina” era casi un dictamen moral. Nos ponían un número para medir presentación personal, porte del uniforme, capacidad de respetar cátedras. Nos inculcó mesura, retención de pensamientos y, en cierta manera, nos alejó de nuestro ser más auténtico. Recuerdo a quienes no encajaban: compañeros más espontáneos, ruidosos, movedizos, que el sistema etiquetaba rápidamente como indisciplinados.
Años después, me doy cuenta de que esa visión era demasiado pobre. La disciplina real -la que de verdad transforma- es un convencimiento interno. No nace del castigo ni de la presión externa, sino del deseo profundo de sostener aquello que nos importa. Ser disciplinado no es repetir una rutina: es reconocer una motivación y volver a ella incluso cuando la emoción se apague.
Hay muchas disciplinas. La del cuerpo........





















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