Es nuestro turno
Llegados a este punto, me sería muy difícil señalar el momento exacto en el que me hice hincha del Atlético Bucaramanga. Sucedió de forma muy orgánica, como se aprende a hablar, pues en casa mis padres nunca me inculcaron el amor por el equipo más allá de alguna visita puntual al Alfonso López para un agónico triunfo por la mínima ante el Unión Magdalena en la ya extinta Copa Mustang de albores del milenio. Tal vez fue un adoctrinamiento subliminal inducido por el programa noventero de José Ordóñez, quizás fue una asimilación inconsciente por los grafitis con las letras “A.B.” que acompañaban mi paseo dominguero por la ciclovía de la carrera 27 o simplemente sea un efecto secundario de la ingesta prolongada de Kola Hipinto, pero así........
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