Putin, con Trump / REUTERS

Escucho y leo encuestas y estudios que hablan de un fuerte incremento de posturas y comentarios contrarios a la Constitución refrendada por los españoles en aquel ya lejano 6 de diciembre de 1978. Muchas de esas valoraciones negativas provienen de jóvenes universitarios o de otros con una cierta cultura política; o sea, que no se trata de analfabetos ni de gentes que no estén enteradas de lo que pasa en su país y en el mundo. Sin embargo, se refieren a la Carta Magna con desdén, con una mezcla de pasotismo y de estar por encima de ella. Con algo así como "eso está ya muy pasado, no sirve para nada". Al oír frases como estas, me entraron escalofríos. ¿Será posible?, me pregunté aun estupefacto; y no sólo por las palabras, sino también por el tono, más bien tonillo, utilizado por los interfectos. Valoraban la Constitución como si estuvieran contestando a si les gusta más la caña que el botellín o si prefieren la hamburguesa al perrito caliente.

Y, claro, mi........

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