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Barinas

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A Félix le brillaban los ojos como a un abuelo con mil nietos. Había en aquella mirada y en todo aquel runrún de algarabía un fulgor mediterráneo de felicidad. Ahí, en el interior de Abanilla, lejos de todo, se olía a mar y a fiesta de pueblito costero. Aquel día era el calor del corazón de la tierra el que latía allí en cada recoveco, en cada portal, en cada fachada de ladrillo visto. Recuerdo aquella mirada como la mejor descripción de uno de los grandes valores que aprendemos aquí, en esta esquinica del mundo: la generosidad. Compartir. Había en aquellas miradas y aspavientos, dentro y fuera de la........

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