Nadie tiene claro qué ni quién era, ni dónde ejerció la tal Bernarda, si santera, curandera o prostituta, si por Granada, por Sevilla, por Sierra Morena o en la guerra del Rif, pero todos tenemos claro lo que significa su alusión: que hay barullo, que no hay respeto o que nadie sabe a qué atenerse ni de dónde viene ni hacia dónde va.

Eso es el Barça actual, que no tiene vagina, pero sí muchas vergüenzas que tapar, donde algunos de dentro meten la mano y demasiados de fuera también, aireando las deportivas como si tan gran club fuera el pito del sereno. Las últimas goleadas recibidas sirven de muestra: cuatro del Girona, otros tantos del Madrid y del Athletic y cinco del Villarreal. ¡Tela! Desde enero de 1963 no recibía cinco goles en casa en liga. Lo goleó entonces el Madrid de Gento en el Nou Camp, donde también le endoso tres en Copa el mismo año, con protagonismo especial de Puskas y de la Galerna del Cantábrico en ambas victorias blancas que recuerdo bien.

Gritó Xavi a la cámara de televisión: «¡una vergüenza, una vergüenza!»; tras anular bien el árbitro el penalti señalado a primera vista, con corrección del VAR, sin saber en ese momento que la verdadera vergüenza vendría minutos después, con la contundente derrota que iba a llegar tras los fallos e indecisiones reiteradas de la esperpéntica defensa blaugrana y el acierto de los futbolistas de Marcelino.

Y el esperpento siguió después del partido. Dimitir en diferido solo se le ocurre a quien ha perdido los papeles. Y es una pena que una leyenda futbolística nacional como Xavi, a quien le pierde un forofismo culé desaforado para no ver la realidad, sirva su cabeza en el cadalso a un Laporta que no es de fiar, y mucho menos en tan tenebrosas circunstancias deportivas, económicas e institucionales. Si es cierto que está convencido de que lo mejor para el club es marcharse, debería haberlo hecho de inmediato y no asegurar que llegará hasta junio dando lo mejor. Aunque solo sea porque eso no está en su mano.

Laporta lo va a echar al primer traspiés, si no antes, porque los aficionados culés volverán hacia el palco su ira en cuanto eso ocurra. Con Xavi así carece de escudo, por lo que lo relevará más pronto que tarde en busca de rearmar ilusiones. Dimite por dignidad antes de que lo echen. Pero eso no se hace para junio. Uno se va y punto. Precisamente, enarbolando esa lealtad culé que argumentó con el me voy, pero no me voy. Porque, entre otras cosas, ¿qué autoridad le queda en el vestuario ante sus pesos pesados? Ninguna. ¿O está tan ciego que alberga esperanzas en la Champions y, por lo tanto, piensa en una bola extra?

No cuadra ningún parámetro futbolero profesional en tan extraña dimisión diferida, salvo que la cuestión económica haya sido determinante en el acuerdo. Déjame llegar hasta junio y perdono el año adicional de contrato. O, si me echas tú ahora no perdono un duro. No obstante, es una circunstancia difícil de creer desde la personalidad de Xavi y la inteligencia que cabe atribuirle a Laporta. Tal y como están las cosas, serían unos meses inaguantables. Más bien, es un error de bulto de los dos.

Quiero pensar que el de Tarrasa es un tipo honrado por cuanto demostró como futbolista. Un jugador admirable en su club y en la selección española. Después, es verdad que como técnico ha antepuesto el forofismo a la objetividad y todo han sido excusas de mal perdedor. La más gorda, asegurar que él ya vio venir en verano que esta liga estaba preparada para que no la ganara el Barça. ¿Y la pasada fue al revés, Xavi?

Tan absurdo como pensar que la grandeza del Barça en el que triunfó con Guardiola se debió a la mayor desvergüenza deportiva española: los pagos del Barça a Negreira. Es más fácil: aquel equipo era muy bueno y este es un desastre. Entonces salió por la puerta grande y ahora por la falsa.

Y hablando de vergüenzas, al menos Xavi ha tenido la de dimitir, pero Laporta, con muchas desvergüenzas en la mochila y con Rafa Márquez ahora en la recámara de sus urgencias, en quien tampoco cree, no se irá mientras no lo echen los socios o las autoridades. Tiempo ha que están tardando.

¡Ay, la Bernarda, presente en tantos sitios y situaciones!

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'Las vergüenzas de la Bernarda', por José Luis Ortín

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29.01.2024

Nadie tiene claro qué ni quién era, ni dónde ejerció la tal Bernarda, si santera, curandera o prostituta, si por Granada, por Sevilla, por Sierra Morena o en la guerra del Rif, pero todos tenemos claro lo que significa su alusión: que hay barullo, que no hay respeto o que nadie sabe a qué atenerse ni de dónde viene ni hacia dónde va.

Eso es el Barça actual, que no tiene vagina, pero sí muchas vergüenzas que tapar, donde algunos de dentro meten la mano y demasiados de fuera también, aireando las deportivas como si tan gran club fuera el pito del sereno. Las últimas goleadas recibidas sirven de muestra: cuatro del Girona, otros tantos del Madrid y del Athletic y cinco del Villarreal. ¡Tela! Desde enero de 1963 no recibía cinco goles en casa en liga. Lo goleó entonces el Madrid de Gento en el Nou Camp, donde también le endoso tres en Copa el mismo año, con protagonismo especial de Puskas y de la Galerna del Cantábrico en ambas victorias blancas que recuerdo bien.

Gritó Xavi a la cámara de televisión: «¡una vergüenza, una........

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