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Salvador Zarco, el tren y la vida

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16.12.2025

Ferrocarrilero por decisión propia, para Salvador Zarco Flores “el tren es poesía, es la vida. Es historia, es todo”. Preso político del movimiento estudiantil popular de 1968, al salir del Palacio Negro de Lecumberri en 1971, fue a una asamblea en la Facultad de Filosofía de la UNAM, le agradeció a sus compañeros su solidaridad para alcanzar la libertad y no volvió a las aulas. En cambio, no descansó hasta que entró a trabajar como rielero. 

Prisión y trabajo fueron sus escuelas. La cárcel le dio muchas enseñanzas de lo bueno y lo malo del ser humano. Allí –dice– estamos todos desnudos. Descubrió, también, el “bendito valor del trabajo manual”. Los ferrocarriles y el mundo obrero le permitieron conocer hombres generosos hasta decir “¡basta!”. Entregados. Que dan su vida por una causa. Encontró que la solidaridad proletaria es cosa de carne y hueso, no asunto de ideas o libros. 

Gran admirador de la Revolución china y del pueblo ruso, en su noche de bodas, en Morelia, entró en una librería de usado y encontró el libro de O. Piatnitsky Rompiendo la noche. Memorias y revelaciones de un bolchevique. Lo leyó sin parar hasta la madrugada. 

En 1967, en la universidad, se incorporó a la Liga Comunista Espartaco (LCE). Lo enviaron primero al seccional petrolero y lo reasignaron al ferrocarrilero. Le impresionó el gremio. Los trabajadores cobijaban a los activistas, los orientaban para no despistarse, les decían........

© La Jornada