Escuela de infiltrados. Curso 2022-2023
Los últimos casos de agentes encubiertos destapados por La Directa y El Salto muestran el despliegue de una nueva generación de policías. La legislación española no permite la investigación prospectiva, que parece la única que estaban llevado a cabo estos topos.
La frase ya la he escuchado antes, este mismo verano: “Éramos unos críos”. La repiten, en momentos distintos, A. y Jorge, dos militantes que han descubierto que Sergio, su compañero de militancia durante más de seis años, era un agente de policía encubierto en los movimientos sociales de su distrito. Eran unos críos cuando Sergio llegó. Un chico que vino a Madrid desde Galicia, que no conocía a nadie. A base de curro se ganó la confianza del grupo. Participó en el Banco de Alimentos, salió en un reportaje como portavoz hablando del apoyo a la gente que peor lo estaba pasando en el barrio, ayudó en las ñapas, puso un poco de sentido común en las asambleas, hablando como la voz de la calle desde una falta de experiencia y conocimiento político que, a veces, entre tanta abstracción, se apreciaba. En el Moratalaz de mitad de la década pasada, Sergio era un tío tranquilo, sensato, que se reía de la broma cuando le llamaban infiltrado, porque todos pensaban que era una broma. Todos menos él.
Seis agentes jóvenes como Sergio, como Dani, como Mavi, como Marc o como María han sido descubiertos en el último año y medio por dos medios de comunicación, La Directa y El Salto. Sus perfiles son parecidos. Salidos de la Escuela Nacional de Policía de Ávila, introducidos en los movimientos inmediatamente después de su jura como policías de escala básica. Trabajando para la Comisaría General de Información. Comenzaron por espacios de socialización básicos: gimnasios populares, jornadas de puertas abiertas, momentos y espacios políticos donde caben casi todas las ideologías. Momentos de aluvión, de desborde. Gente joven, sin experiencia militante, que empieza a involucrarse en política, como otros tantos. No es la primera vez.
El topo Luis fue descubierto en 2012 por los movimientos sociales sevillanos. El perfil coincide en algunos puntos. Pastora Filigrana, abogada y militante, recuerda que su entrada se produjo en un momento de auge del movimiento. Es la explosión del movimiento 15M y de la posterior descentralización que se produjo hacia los barrios. Luis encuentra su sitio en un pequeño grupo de tendencia libertaria y se involucra en los piquetes de la huelga general del 29 de marzo de ese año. Ese día, Luis participa en el intento de corte de una carretera, acción que interrumpe la policía. “En ese momento pensamos que era muy difícil que esa acción se desmantelara si no tenían a alguien dentro”, explica Filigrana. Comienza un trabajo de investigación a la vieja usanza. Seguimiento 24 horas y conversaciones confidenciales: aparecen personas que conocían a Luis en su vida anterior. Un día se le confronta. Luis se refugia en un bar y, cuando sale, unos policías le están esperando para llevar a cabo una oportuna detención. Todos saben lo que está pasando, el agente encubierto es “extraído”, como se dice en la jerga policial. No se le vuelve a ver.
Dani González tampoco ha vuelto a ver a su infiltrado. “Pedrito”, así le sigue llamando dos décadas después, ya estaba allí cuando Dani comenzó a militar. Un chico con “cero cultura política”. Si entonces pensaban que era un descerebrado, hoy han resuelto que se trataba de una táctica para que Pedro pudiese captar mejor información sin exponerse, explica este militante de la extinta Red de Apoyo Zapatista. “Pedrito” usaba la red como una antena. Eran los últimos años 90 del siglo pasado. Pedrito aparecía y desaparecía, contaba a sus compañeros que tenía turnos rotatorios, una agenda complicada que, sin embargo, le permitía estar siempre que se cocía algo en la ciudad. Así se enteró de los debates en torno a las semanas de lucha social y de los planes del Movimiento de Resistencia Global de cara a las contracumbres de Génova o Praga, batallas a las que el infiltrado no acudió. Eran otros tiempos y había mucho margen de error. Pedro se conectó con su email pedritoanarka@hotmail.com desde comisaría y el proveedor de servicios digitales Nodo50 lo descubrió y se lo comunicó a sus compañeros. Pedro les aseguró que se trataba de una trampa y que daría explicaciones el siguiente viernes, en la asamblea semanal de la RAZ. Nunca acudió.
Nada viene de la nada. La actividad de los topos se remonta en el tiempo, es tan vieja como la idea de la policía política. Comenzó por los anarquistas, en los agitados años 20, hace un siglo. El padre de esa escuela policial-paranoica es Eduardo Comín Colomer, que fue director de la Escuela General de Policía, un personaje “obsesionado con el anarquismo, con el terrorismo, con la masonería”, explica el escritor Servando Rocha, uno de los editores de la revista Agente Provocador, que toma su título de un tipo de policías encubiertos, los que se dedican a reventar manifestaciones y protestas, tirando contra los suyos, liándola parda. Discípulo de Comín Colomer, Mauricio Carlavilla es uno de esos arquitectos del terror que pusieron en marcha la maquinaria de persecución de la disidencia. Carlavilla llegó a dirigir una Brigada Especial de la Dirección General de Seguridad encargada de espiar a los judíos en España.
La figura del infiltrado político se expandió durante la Guerra Civil a través de un personaje clave en la historia de la Policía Nacional, Roberto Conesa, cuyo papel como topo fue vital para la........
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