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Olimpiadas de sangre

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13.08.2024

Las olimpiadas griegas eran capaces de interrumpir guerras para respetar la sacralidad del evento deportivo. Esa tregua, practicada desde el siglo VIII A.C., se llamaba ekecheiria, por la cual tanto los deportistas como los espectadores de naciones en guerra podían viajar seguros a la misma ciudad donde se organizaban los juegos y volver, todo bajo la protección del honor ajeno. Los deportistas y los asistentes solían viajar desde lo que hoy son Grecia, Turquía, Italia e, incluso, desde el norte de África, distancias que para entonces eran más largas y costosas de lo que hoy puede ser un viaje de Tierra del Fuego o de Jakarta a París.

Antes de convertirse en otro producto comercial en nuestra civilización capitalista, la diosa de los juegos olímpicos eran Nike, o victoria, grito de Maratón antes de caer muerto por su esfuerzo heroico. La ekecheiria, la tregua, la suspensión de todas las guerras estaba dedicada a Irene (Eirene), la diosa de la Paz y hermana de Dike, diosa de la justicia. Los artistas griegos solían representarla como una joven hermosa con el niño Pluto sostenido en su brazo izquierdo, a pesar de que Pluto no era su hijo. Como la estatua de la libertad de Nueva York, Irene también tenía una corona y, en su brazo derecho, levantaba una antorcha.

Antes de convertirse en un nuevo mito (el mito capitalista de la libertad de apropiación), este gesto y el mismo concepto de libertad tuvo un significado muy diferente al actual y, por miles de años, fue más o menos el mismo en diferentes culturas de diferentes pueblos y continentes: era el gesto del gobernador generoso que se asomaba ante el pueblo para anunciar que en ese momento histórico, las deudas de los de abajo quedaban anuladas. Este gesto no era simplemente un acto de generosidad, sino........

© La Haine


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