México frente a Trump y la revisión del T-MEC
El orden establecido tras la segunda guerra mundial y, años después, el desplome del Bloque Socialista, que resultó en un EEUU omnipresente en las esferas política, económica y militar a escala global, se está desplomando. Ese orden con pilares como la ONU, la OEA, el FMI, el BM, la OCDE, la OTAN y un sin fin de organismos más controlados por el país imperial (y dentro de él, por los grandes capitales), hoy muestra síntomas claros de fractura, con una amalgama china-rusa en ascenso (que es el corazón de la transformación geopolítica), proyectos de infraestructura como la Franja y la Ruta que involucra a más de 150 países y 30 organizaciones internacionales, y organismos como los BRICS que comenzó con la integración de 5 economías emergentes y hoy agrupa a 9 países socios y 13 Estados miembros asociados, todos mecanismos y procesos de integración que apuntan hacia el multilateralismo global.
A pesar de este desplome del mundo unipolar, México parece estar remando a contracorriente. No apunta hacia el multilateralismo, sino al fortalecimiento del bloque norteamericano y la lucha contra China. Hay que decir que la relación México–EEUU, no es de “colaboración” ni de “dependencia mutua” entre iguales, como se dice desde las esferas económicas y políticas de poder; es una relación de subordinación, desde el subdesarrollo. Se trata de un gigante, largamente alimentado y ejercitado, jugando a las fuercitas con un competidor francamente pequeño (y en muchos sentidos amarrado). Baste decir que el PIB de EEUU es de más de 27 billones de dólares, mientras que el de México no llega ni a 2 billones. Nuestros lazos de dependencia comercial y financiera son patentes con más del 80% de las exportaciones que se dirigen al gran comprador del norte, o las remesas que los connacionales en EEUU envían a sus familiares en México que representan 3.7% del PIB; la entrada de inversiones y de turismo estadounidense, también son de las principales fuentes de ingreso de divisas. Y hasta el narcotráfico y la economía criminal en general, cuyos ingresos son enormes, dependen en gran medida de la relación con EEUU.
El Tratado comercial México-EEUU-Canadá (T-MEC) establece mecanismos que permiten a México comerciar con la principal potencia consumista del mundo, pero mantienen a la economía mexicana atrapada en la órbita imperial, alejada de China y de los bloques económicos multipolares.
Asumimos que la jaula de la dependencia es muy difícil de eliminar, pero al mismo tiempo es importante darnos cuenta de que tampoco estamos haciendo nada serio para construir una alternativa que nos permita, si se quiere en el mediano o largo plazo, salir de la subordinación y la dependencia. Desde las viejas declaraciones de López Obrador en julio de 2021 en ocasión del natalicio de Simón Bolívar, donde el presidente mexicano llamó a todos los países latinoamericanos a unirse con EEUU para enfrentar la creciente influencia china: “nosotros preferimos una integración económica con dimensión soberana con EEUU y Canadá, a fin de recuperar lo perdido con respecto a la producción y el comercio con China… la propuesta es, ni más ni menos, que construir algo semejante a la Unión Europea, pero apegado a nuestra historia, a nuestra realidad y a nuestras identidades” (AMLO, 2021); hasta las más recientes declaraciones de Claudia Sheimbaum y Marcelo Ebrard, que niegan la posibilidad de acercarse a los BRICS y refuerzan la idea de que nuestro futuro está con EEUU, el gobierno mexicano, con todos las mejoras que han habido para la economía familiar de los mexicanos en los últimos años, no parece estar en ruptura con el proyecto geopolítico general establecido por la potencia imperial. Habrá que discutir por qué no rompe, si no quiere o no puede, pero el hecho está a la vista.
Han sido importantes algunas posiciones diplomáticas mexicanas en la esfera latinoamericana, que seguramente no han gustado al gobierno estadounidense, como la defensa de la soberanía de Cuba y los llamados a eliminar el bloqueo; el respaldo al vicepresidente ecuatoriano en años de Rafael Correa y el rechazo a la invasión a la embajada mexicana en Quito por los agentes de Noboa; el repudio al golpe de Estado en Perú y al encarcelamiento del presidente democráticamente electo; el debate contra el fanático ultraliberal y progringo de Milei, así como la reciente decisión de reconocer la reelección del presidente Maduro en Venezuela y enviar un representante diplomático mexicano en la toma de posesión de este enero de 2025. Pero a estas posiciones deben estar acompañadas de lo medular: la construcción de una base estructural económica nacional no controlada por EEUU, que permita a México una verdadera independencia y soberanía, no sólo por cuestiones de honor y memoria histórica frente a los constantes atropellos de la........
© La Haine
visit website