Tragedias de una sociedad sin Estado
El brutal experimento económico en que se encuentra inmersa la Argentina no sólo está empobreciendo aceleradamente al grueso de la población (aunque las amañadas cifras oficiales pretendan hacernos creer lo contrario) sino que también está obligando a muchas empresas a cerrar sus puertas, no sólo las más chicas, y desplomando el nivel de actividad en los sectores más intensivos de mano de obra, como la construcción por ejemplo.
En su desenfreno ideológico el alucinado profeta que nos gobierna y sus aviesos consejeros se empeñan en destruir al Estado, justificando esta conducta recurriendo a las elucubraciones de algunos economistas que jamás fueron seriamente tomados en cuenta por gobierno alguno, o los CEOs de las principales empresas para quienes los subsidios estatales, las exenciones impositivas y las compras de un vigoroso sector público (por ejemplo, armas) son la garantía de las superganancias de sus corporaciones y de sus fenomenales remuneraciones que se miden en decenas de millones de dólares por año.
La remuneración media de los CEOs de las 500 más grandes empresas según Standard and Poor fue de casi 18 millones de dólares por año, pero con un lote de privilegiados que se acerca a los 200 millones. Por eso sonríen condescendientes cuando escuchan a Milei decir que va a destruir al Estado, ese que precisamente les garantiza los réditos extraordinarios de sus empresas y los fabulosos salarios con que son remunerados sus directivos.
El extremo ideologismo del funcionariado mileísta es un dato novedoso aún en un país tan dado a las exageraciones como la Argentina. “Soy el topo que destruye al Estado desde dentro” es una de esas frases del presidente que los manuales de historia económica incorporarán en su listado de las mayores aberraciones jamás enunciadas por un (supuesto) economista y a la vez jefe de Estado.
En una entrevista concedida al sitio de noticias estadounidense The Free Press Milei........
© La Haine
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