De aquellas plazas y esos prostíbulos
Nunca pude sentir excesivo entusiasmo por las revoluciones de megáfono y tambor, de esas que te plantan un huerto ecológico en la Puerta del Sol, icónica plaza capitalina que el fascismo ha privado de arboleda.
Claro que a toro pasado el conjunto se analiza mejor, con la perspectiva que a uno le dan el tiempo y las razones. Supongo que estos días es habitual, entre numerosas personas que desde el primer momento se opusieron al indecente Gobierno de Sánchez y sus secuaces podemitas, sentir ese ligero cosquilleo de placer cuando se tiene la certeza de que «yo tenía razón». Al final la tenía. O siempre la tuve. Qué más da. Hay que disfrutar de esas íntimas satisfacciones acogedoras, sobre todo después de tiempo a la intemperie, aguantando chaparrones y adjetivos indecibles de los habituales tontos del culo, que ni el tiempo ni las razones las han hecho entrar en razón.
Volvamos a Sol. Kilómetro cero. Pues sí. Casi todo lo malo se empezó a cocer ahí. Tras unos días de un juvenil empuje de improvisación, la plaza se llenó de una pestilente reivindicación de la vagancia, la gorronería y la mendicidad. Y aquello también suponía una ingente cantidad de personas a pastorear, pues todo movimiento popular necesita sus guías con ánimo de lucro.
Era donde los cachondos de Podemos organizaban sus saraos, con la turra asamblearia cuando repetían todo el rato «la gente» (ellos) y «la........© La Gaceta





















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