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Un nuevo mundo

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23.10.2025

Me rompí, sangré, grité, pujé, parí y no recé a dios. Durante las 48 horas de contracciones, sangrados y expulsión de líquido, me entregué a mis carnes —como si fuera más que eso— y me dejé llevar por las oleadas de un calambre que iniciaba en los labios vaginales y se extendía hacia el vientre y la espalda baja.

Rechacé la analgesia por temor al catéter colgando en mi espalda y me negué a recibir los masajes con aceites o con rebozo que Hombre me ofreció para contenerme, acompañarme en la turbulencia.

Dije no a la pelota de pilates, a estar acostada, sentada o caminando. Vomité la piña del desayuno y apenas........

© La Crónica del Quindío