Trotsky, tiempos amores y tiempos de odios con los anarquismos
A finales 1916, Trotsky llegó a España tratado como un anarquista peligroso, y buscando contactos con los anarquistas, claramente reconocidos como los enemigos de la Gran Guerra. A pesar de sus idas y venidas. el encuentro no tuvo lugar. Hasta 1921 fue un ídolo para la CNT como testimonió Manuel Buenacasa y Díaz del Moral. Se soñó con una internacional que abarcaría a los herederos la primera y segunda Internacional. Pero el desencuentro acabó siendo uno de los precios de la guerra civil rusa, después la cual la hostilidad anarquista contra el bolchevismo dio lugar a un desencuentro que todavía se mantiene.
En aquellos días ya lejanos que conmovieron el mundo, Trotsky fue reconocido por algunos como el líder bolchevique más próximo a los anarquistas, un movimiento que en Rusia era relativamente importante pero muy estaban muy fragmentados. Marc Ferro los sitúa en la misma estela que los bolcheviques. También estaban por romper con el gobierno provisional, y en general, se sentían cómodos en los turbulentos soviets. Esta afinidad tenía un antes (la relación con los sindicalistas franceses descrita en el primer capítulo), y un después, ya que Trotsky siguió manteniendo una estrecha vinculación con los comunistas de procedencia sindicalista y libertaria como Monatte, Rosmer, y Víctor Serge, que fue la principal conexión en Moscú para Andrés Nin y Joaquín Maurín. Monatte fue el contacto escogido por Ángel Pestaña de camino hacia la Rusia soviética. En Moscú, Pestaña fue atendido especialmente por Serge, al que ya conocía de Barcelona, y su llegado coincide con un momento de euforia que lleva al prudente Lenin a apoyar una incursión contra los “blancos” en Polonia que pronto se demostrará desastrosa. Discute durante horas con Lenin y Trotsky, y descubre España les era casi completamente desconocida. Parece que no se le ocurre pensar que es lo mismo que le sucede al él con Rusia con la salvedad de que mientras ellos poseían una potente formación teórica, el propio Pestaña apenas si había esbozado una reflexión sobre la propia situación española. De ahí que su mejor libro sean sus memorias, en tanto que los que escribió sobre Rusia fueron los más conocidos.
Su objetivo era dar a conocer a la joven revolución el apoyo de la CNT a la revolución, su solidaridad contra la intervención imperialista, al tiempo que, en el caso de su relación con la Internacional Sindical Roja que se erigía como alternativa a la Internacional reformista de Ámsterdam, se reserva su derecho a mantener sus propios principios y finalidades. De entrada, Pestaña no acepta que una revolución pueda ser “la obra de un partido. Un partido no hace una revolución, un partido no va más allá de organizar un golpe de Estado, y un golpe de estado no es una revolución”. Igualmente muestra su repulsa a los procedimientos de discusión que, desde su punto de vista, estaban hechos para asegurar la hegemonía bolchevique. En estos debates, Trotsky –escribe- era como una tormenta…En su réplica, Nin se muestra lapidario, declarando que lo de Pestaña fueron “Setenta días perdidos”. Para Nin, las palabras de Pestaña “lo que yo pienso” sobre Rusia, era una paradoja ya que no le reconocía esa facultad.
El caso es que, como la mayor parte de testimonios anarquistas sobre aquellos tiempos, Pestaña presta mayor atención al modelo ideal libertario que cualquier vestigio de realidad. El lector no encontrará en su informe la menor atención a la postguerra. Sus análisis económicos muestran lo distante que se haya de los problemas, describe el pueblo ruso como apático, lento e indolente, y muy dado al misticismo, trazos sumarios como los que le llevan a describir a Lenin como perteneciente a la “raza mongola” y de “temperamento eslavo”, y ni tan siquiera se planea que a alguien como él no se le puede conocer en base a una entrevista. Considera a los líderes bolcheviques por su procedencia “pequeño burguesa”, en tanto que Lenin y Trotsky........
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